La irrupción de las grandes cadenas de distribución y el abandono progresivo de la compra en mercados de abastos, debilitó este tipo de venta, del que la payesa era la titular de ventas de proximidad y el payés, se encargaba de la producción, transporte y venta mayorista del sobrante en Mercabarna.
El periodo frenético y ganancioso de la “revolución verde”, impulsó al máximo la agricultura intensiva de altos rendimientos y estragos biológicos en los suelos de cultivo.
¿Era todo un espejismo? Los grandes productores , descendientes de los empresarios burgueses que a finales del S. XIX nos adecuaron el Delta del Llobregat para el cultivo de hortalizas y frutales; fueron desapareciendo, tras la guerra civil, e iniciaron un proceso de “lotización” que aún perdura. Esto a su vez, ha provocado nuevos movimientos de libre concentración parcelaria, tendentes a buscar una mayor rentabilidad. También, los pequeños huertos se iban abandonando o se dedicaban a actividades recreativas.
Las 3000 ha del Parc Agrari (1976-2004) entraban en rendimientos decrecientes a nivel económico, -el hipotético relevo generacional-, era un pretexto más para quejarse del escaso atractivo profesional y de rentabilidad real en el que iban decayendo los agricultores del Baix Llobregat. Los más esclarecidos de entre ellos, probaban con nuevos cultivos (Plantas aromáticas, el cáñamo CBD, aún obstaculizado, cereales, forrajes…) Las cooperativas registraban un mínimo de socios y su actividad decaía , aún con las subvenciones públicas y ventajas fiscales. ¿Qué hacer?
El retorno a la época dorada, se intentó con la agricultura ecológica, motivo de chanzas y bromas. Hoy España ya tiene el 10% de producción ecológica y en 2021 la compra de productos ecológicos se ha incrementado un 2,48% en plena pandemia.
En el Parc Agrari, la producción ecológica es escasa y la certificada menos aún. Sí se estila un menor abonado y un repliegue de herbicidas y plaguicidas, en parte por el incremento de su precio.
Tiene mérito que para “ganarse la vida” uno se dedique a la agricultura ecológica y eso es lo que ocurre con la producción de “Cal Roset” con ubicación en S. Vicens y terrenos en S. Boi y S. Vicents, donde más de una decena de personas logran mantener un proyecto de vida, que enlaza a las antiguas cooperativas de consumo catalanas con la producción agraria de signo ecológico. Así pues del dicho al hecho, en la calle Nápols, 155, hace 7 años inauguraron una Agrotienda con productos ecológicos del Parc Agrari y KM 0. La tienda funciona en base al abono mensual de cestas de verdura de temporada, con una clientela que va: de jóvenes, celíacos, veganos, vegetarianos, hasta “seniors” preocupados por la calidad del producto y su salud y hasta un sector de afectados por el COVID persistente. Se asume el superior coste del producto ecológico y se constató así, un incremento notable de ventas, durante el período COVID. La tienda y los campos que la suministran, sufren continuas inspecciones de una burocracia, que algunos consideran la peor plaga para la agricultura. También anima, aunque no resuelve, la creación del “Biomarket” en Mercabarna, sin llegar a romper con el modelo de trato convencional. La venta directa, precisa, un circuito corto, vinculado al espacio digital, que lo facilite.
El ganarse la vida, con la venta directa de lo producido, es una lucha campesina muy arraigada, que desde -los Reyes Católicos hasta los Colectivizaciones- , se ha mantenido y defendido con uñas y dientes; sería lástima que esta esperanza de la Agrotienda de ”Cal Roset” quedará como un intento solitario; de las posibles nuevas vías para el progreso del Parc Agrari, amenazado ahora por las ZEPAS y su falta de rentabilidad. Muchos Ayuntamientos de la zona deberían concordar esfuerzos para permitir “ganarse la vida” a los que aseguran la agricultura de proximidad.