Los estudios sobre las dinámicas marinas encargados por el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) han confirmado algo que se viene observando desde hace años: las playas del Delta tienen “un déficit de arena muy importante a causa del dique del río Llobregat, que delimita la ampliación del Port de Barcelona”. La situación es grave. Si no se pone en marcha un plan de medidas estructurales de estabilización de gran calado “las playas podrían perder más de 20 metros (de anchura) en los próximos 30 años”, han advertido fuentes metropolitanas.
Y es que la reposición actual de los arenales deltaicos es un parche inviable a corto plazo. Se toman medidas puntuales que funcionan como parches que no se afianzan que se deben complementar con medidas estructurales, como reclaman los municipos del Delta. Por este motivo desde el AMB se ha pedido la ayuda del Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco) para que desarrolle el imprescindible plan de estabilización. Incluso, el organismo metropolitano “se ha ofrecido para coordinarlo”, según las mismas fuentes. Lograrlo sería un paso adelante muy firme porque el proyecto de protección y estabilización de las playas del delta del Llobregat se encuentra actualmente en proceso de adjudicación.
El informe metropolitano sobre dinámicas marinas ha constado que anualmente, el litoral del Baix Llobregat pierde 160.000 m³ de arena al delta del Llobregat. El Port de Barcelona, en cumplimiento de la Declaración de impacto ambiental (DÍA), repone anualmente unos 100.000 m3 (este año con un notable retraso que ha perjudicado a la temporada estival de baños), una cantidad que el AMB define como “insuficiente”.
Granulometría inadecuada
Además, “la granulometría de la arena no es la adecuada”, han asegurado las mismas fuentes. Actualmente, la arena que pierden las `playas del Delta que se extrae con una draga del fondo de Port Ginesta (Garraf) es muy fina y es un blanco fácil de las corrientes y los temporales. Por eso el territorio ha empezado a reclamar que se utilice arena procedente del fondo marino de la bocana del puerto, mucho más gruesa y resistente a las tempestades.
El origen del problema radica en la ampliación del Port de Barcelona. El dique construido en la desembocadura del cauce del río desviado para favorecer la expansión de la Zona de Actividades Logísticas (ZAL) portuaria desempeña “un papel negativo en la regeneración de las playas del delta”, reconocen los técnicos metropolitanos. Esta infraestructura, que tiene ocho metros de hondo, actúa como “trampa” de sedimentos, que bajan hasta esta profundidad y después se quedan atrapados. Así pues, “la cuenca sedimentaria del río Llobregat se ha desconectado del delta, hecho que rompe la dinámica natural de aportación y transporte de sedimentos, que a la vez son regeneradores naturales de arena en las playas”, han confirmado los informes metropolitanos.
Un metro menos cada año
A esta regresión ’artificial’ hay que añadir los estragos causados por las tempestades estacionales. Los temporales se han incrementado notablemente desde el 2017 y cada vez “son más prematuros, intensos, frecuentes y largos. Esta coyuntura hace aumentar la erosión y la inundabilidad de las playas, lo que se ha traducido que las playas del litoral metropolitano sur retrocedan un metro de media anual”, afirma el AMB.
Pero también hay datos esperanzadores en el informe metropolitano sobre dinámicas marinas. El primer estudio de las playas del delta del AMB ha permitido descubrir “un sistema de barras de arena sumergidas que podría proteger las playas del litoral metropolitano sur, con 1,5 metros de altura y una longitud de 20 kilómetros”, han avanzado fuentes metropolitanas.
Colaboración técnica e institucional
Ante esta tesitura, el AMB ha extendido su mano tanto al Gobierno de España como al Govern de la Generalitat de Cataluña y ofrece “la máxima colaboración técnica e institucional”, para se pueda acometer de forma consensuada “un plan de resiliencia del litoral metropolitano en un marco de cooperación interadministrativa”, han subrayado fuentes metropolitanas. Se trata de complementar las aportaciones de arena en las playas que lo requieran –que solo suponen un alivio temporal- y un plan de resiliencia a medio y largo plazo que sea estructural y permita recuperar y conservar las playas metropolitanas.