Parece evidente que quienes más viajan y consumen generan un impacto mayor, pero cabría analizar hasta qué punto el poder adquisitivo está ligado a una huella de carbono más profunda.
La huella de carbono es un indicador de sostenibilidad ambiental, que nos permite poder cuantificar el conjunto de emisiones y absorciones de gases de efecto invernadero que se producen como consecuencia de una actividad. Esta actividad puede ser a nivel de un producto, un servicio, una organización, un proyecto, es decir, toda actividad de la que podamos generar un inventario permite calcular su huella de carbono. Esa huella se mide tanto de manera directa, a través del conjunto de gases que se emiten a la atmósfera, como de forma indirecta asociada al ciclo de vida del producto o servicio utilizado. La medición de la huella de carbono es una responsabilidad que corresponde a los entes que trabajan en cualquier tipo de actividad y a los consumidores individuales.
La huella de carbono en España está por debajo del promedio europeo que es aproximadamente de 7 Toneladas de C02 por habitante y año, y en nuestro país en alrededor de 5 Toneladas. Se puede bajar la huella de carbono individual con sencillas decisiones.
Las empresas de acuerdo a las directivas europeas están obligadas a incorporar parte de las emisiones de gases efecto invernadero que generan, dentro de la documentación de estados e información no financiera. Por tanto existe una vía abierta para obligar a empresas por tamaño y volumen de facturación para comunicar esa huella de carbono generada.
En el caso de una aerolínea que opera una serie de aviones la responsabilidad del queroseno se considera de alcance 1, el alcance 2 vinculado al consumo de electricidad, y el alcance 3 por un lado comprende la compra de bienes y servicios. En un aeropuerto reciben servicios que tienen una huella de carbono de acuerdo al uso que realizan , y los residuos que podrían generar como por ejemplo el cambio de aceite en el mantenimiento de los aviones y la movilidad de su personal y de los clientes.
La huella de carbono se debería extender ampliamente a otros sectores como el alimentario o el textil, y la población deberá ser consciente de los productos y servicios que adquiere. En ese casom las subvenciones públicas que reciben algunos sectores incrementan dicha huella. A día de hoy es una herramienta que tenemos y está avanzando. Es un indicador estratégico fundamental para hacernos cumplir con el acuerdo de París y debe aprovecharse bien para considerar no solo los consumidores, sino el tejido productivo y las cadenas de valor para que realmente ellos puedan realizar una demanda cada vez de una menor huella de carbono en los productos y servicios que van adquiriendo.
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