Todos los políticos coincidiremos en condenar el acoso escolar y reclamar medidas para evitarlo.
Pero este no es un problema escolar o de la infancia y la adolescencia, sino de toda la sociedad. ¿Cómo vamos a decirles a los más jóvenes que no deben acosar a sus compañeros si lo que ven todos los días en las redes sociales, en los medios de comunicación y en la actividad política es el acoso como un comportamiento normalizado, incluso aplaudido?
Los políticos representamos a la ciudadanía y deberíamos dar ejemplo de respeto al prójimo, de tolerancia al que representa otras opciones, al que piensa diferente. Sin embargo, la realidad es que se prima al que es grosero con el adversario, al que lo deshumaniza, se priman las estrategias políticas que buscan la confrontación y la polarización, en vez del consenso y el acuerdo. Se ha normalizado el escrache, que es acosar en sus domicilios a los políticos que piensan diferente, se ha normalizado insinuar que un político es drogadicto, reírse de su aspecto, burlarse de él si su situación es delicada. ¿Cómo no van a acosar los niños y adolescentes si es un comportamiento que ven en los adultos como normal e incluso digno de elogio?
No son solo los políticos, es responsabilidad de toda la sociedad. De los electores por primar a partidos que se basan en la confrontación y la polarización. De los medios de comunicación, que alimentan la confrontación porque vende más y producen programas basados en el acoso a famosos. Del deporte que normaliza el acoso e insulto al rival. De los usuarios de redes sociales que las usan como un espacio para el insulto y el acoso. En general, de cualquier persona que usa su posición de superioridad para acosar y someter al vulnerable.
Es necesario reivindicar el respeto, la convivencia, la mera educación. Pero no quedarse en una mera prédica que usar para arrojársela al otro. Hay que predicar con el ejemplo, comportarse siempre con respeto a los demás. Si no, ¿cómo queremos que los niños y adolescentes no imiten nuestro comportamiento?. III