La agricultura es uno de los sectores más vulnerables al actual panorama de cambio climático.
Se está demostrando al sopesar el enorme (y en algunos casos irreparable) daño que le está causando la pertinaz sequía que afecta a toda España. Con algunas contadas excepciones, al menos momentáneas. Porque el Baix Llobregat, por ejemplo, está pudiendo esquivar el golpe gracias a sus circunstancias particulares, como la excepcional reserva hídrica que supone el acuífero del Delta del Llobregat.
No se trata de un problema menor, porque el 82,1% del agua del Estado español se destina a usos agrícolas frente al 12,8% que abastece a los hogares y el 5,1% al resto de actividades económicas. De hecho, las pérdidas pecuniarias que la falta de agua está ocasionando al campo español roza la tragedia en cultivos como el cereal y el maíz, la producción de aceitunas (y por tanto de aceite), la remolacha, las frutas y los productos hortícolas (la especialidad del Parc Agrari del Baix Llobregat, considerado la despensa del área metropolitana de Barcelona). Baja la producción y la productividad y se disparan los precios. La ganadería también se está resintiendo porque la falta de pastos obliga a alimentar a las reses con grano lo que encarece los productos cárnicos, por ejemplo, lo que también afecta directamente al bolsillo de los consumidores y al coste de la bolsa de la compra.
No es algo baladí. Según las más recientes estimaciones de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), una de las principales asociaciones profesionales del sector en España, el campo español acumula hasta este verano unas pérdidas de 1.625 millones de euros, de los que 994 millones pertenecen al sector agrícola y los 631 millones restantes, al ganadero. Y como persiste la ausencia de precipitaciones está cantado que está cifra seguirá disparándose.
En este contexto, resulta esperanzador que justo en el corazón agrícola del Baix, en el término municipal de Viladecans, una iniciativa científica tan potente (y desconocida) como la Agròpolis se haya volcado en evolucionar la agricultura para hacerla más sostenible “sin perder de vista la óptica social y económica”, como ha explicado a El Llobregat Ana Gras, directora del Centro Específico de Investigación Agrotech-UPC vinculado este auténtico laboratorio agrícola al aire libre.
Y de entre la veintena de proyectos anuales que se impulsan desde la Agròpolis sobresale el que está desarrollando el cultivo de tomates que resistan episodios extremos de sequía, a base de evolucionar especies procedentes de Perú y de Ecuador, que son capaces de sobrevivir a situaciones de intenso estrés hídrico. En el horizonte de la sostenibilidad también resulta altamente prometedora la iniciativa que está previsto que comience el próximo mes de noviembre (financiada con fondos de la Unión Europea) y que va a desarrollar un modelo revolucionario de placas fotovoltaicas bajo las que se podrán cultivar hortalizas como habas, tomates o lechugas, hibridando energía solar y agricultura sostenible.
Es un auténtico lujo que el Baix Llobregat aloje un espacio como la Agròpolis de Viladecans que está considerado como un referente en la investigación en horticultura de Catalunya y que además es el depositario de una colección única que recopila 2.000 muestras de semillas de las variedades catalanas sobre las que se fundamenta nuestra alimentación. Como también lo es que sus investigadores trabajen en pro de una agricultura tecnificada y limpia, capaz de capear el cambio climático o, al menos, de ponérselo más difícil.
Que el sector agrícola, y por tanto nuestra alimentación diaria, se sobreponga a los latigazos de una voraz sequía, al aumento de las temperaturas o a la intensificación de fenómenos naturales como las riadas o los temporales depende en buena parte del trabajo y del éxito de la comunidad científica. Ante la adversidad, los investigadores se crecen, lo que incentiva su creatividad y acostumbra a ser la antesala de descubrimientos y de evoluciones beneficiosas para el conjunto de la humanidad. Y es que esta es la fórmula más idónea para sortear los cambios climatológicos: diseñar alimentos que sean capaces de garantizar suculentas cosechas minimizando el consumo de recursos naturales y que garanticen la alimentación del mañana. Y en esta loable labor, la Agròpolis tiene mucho que decir. Para nuestra suerte. III