La crisis económica que estalló en 2008 asestó un duro golpe a los recursos que se destinaban a la salud pública.
A ello se sumaban factores como el progresivo envejecimiento de la población, que ya venían incrementando la presión asistencial. Más tarde, la pandemia acentuó de manera dramática las disfunciones de un sector sanitario que desde el 2020 anda sumido en el malestar y en una fatiga crónica.
Más allá de la realidad concreta que vive cada comunidad autónoma, varios son los síntomas generales: falta de recursos humanos, exceso de burocracia interna y una gestión muchas veces poco acertada de la demanda de asistencia médica.
Todos los indicadores hablan de la necesidad de un cambio de modelo que sustituya al actual, excesivamente centrado en la práctica asistencial. Ese nuevo modelo nos habla de una estrategia donde la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad pasan al primer plano del diseño de las políticas públicas en sanidad. Se trata, ante todo, de insistir y profundizar en una cultura de hábitos saludables a través de la información, la comunicación y la educación que retrase todo lo posible la incorporación de las personas al sistema de atención sanitaria.
Al mismo tiempo, es necesario pensar la salud desde una perspectiva comunitaria e inclusiva que sea capaz de identificar los factores que tienen influencia en la salud en un territorio, que trabaja a partir de una metodología que pone en valor los activos de salud presentes en un municipio y que impulsa actuaciones que puedan mejorar el bienestar de las personas. Siempre desde la equidad y contando con la participación de agentes locales.
Como vemos, el ámbito local puede ser decisivo en esa nueva estrategia de salud. Conscientes de ello, Sant Boi incorpora en su nuevo plan de gobierno esa perspectiva comunitaria y transversal de la salud con el objetivo de seguir potenciando las condiciones de vida saludable a la ciudad.
Porque una ciudad que cuida, es una ciudad saludable. III