Ante la convocatoria de elecciones al Parlament de Catalunya del próximo 12 de mayo, es necesario reafirmarnos en el valor de la política como instrumento al servicio del bien común.
En un momento en el que los populismos agitan con fuerza el desprestigio del ejercicio de la democracia, urge trabajar para dar la vuelta a ese relato y recuperar la confianza de la ciudadanía en todo aquello que distingue a las sociedades libres.
Así lo requiere este tiempo convulso en el que la lucha contra las desigualdades y el cambio climático son prioridades que deben incardinarse en toda acción política. Un tiempo plagado de retos y también de grandes transformaciones, como la de una gobernanza en la que el uso responsable de los datos y de la inteligencia artificial cobra ya una gran importancia.
En el caso de Catalunya, se suma además la necesidad de superar un decenio soberanista en el que las políticas sociales han ocupado un lugar testimonial y el país ha carecido de cualquier cosa parecida a un proyecto de futuro. Recuperar ese tiempo perdido pasa por restaurar el sentido común, por confiar en un liderazgo tranquilo como el que representa Salvador Illa. Un liderazgo basado en el consenso y la ejemplaridad, con apoyos suficientes para impulsar la tercera gran transformación del país después de la recuperación del autogobierno y de los avances del período del Tripartito.
Un liderazgo que viene sustentado en un programa que resume a la perfección lo que el momento presente reclama: unir y servir. Un programa que pone en el centro la excelencia de los servicios públicos y la prosperidad como palancas de bienestar, como objetivos que, ahora sí, incumben e interpelan a todos y a todas, y no sólo a una parte de los catalanes y catalanas. III