La baja natalidad es un problema de nuestras sociedades, y un problema a fututo si no recibe la atención que merece desde las diferentes instituciones públicas y privadas.
La disminución de nacimientos, en países desarrollados, es una crisis que afecta a todos los aspectos de nuestra vida social y económica.
En los últimos años el papel de la familia se ha visto deteriorado y menospreciado con algunas políticas públicas que no le dan el valor que tiene y, en pocos años, una parte significativa de la población será anciana sin suficientes jóvenes para sostener las economías, el sistema de pensiones y el bienestar social. Estamos viviendo una verdadera crisis demográfica.
Las causas obedecen a diversos factores, por un lado, el elevado coste de la vida y la dificultad para conciliar trabajo y familia es lo que ha desmotivado a las parejas jóvenes a tener hijos. La política económica ha ignorado la necesidad de crear entornos favorables para poder plantearse una vida con hijos.
Además, en las últimas décadas predomina el individualismo y la búsqueda del éxito profesional por encima de la vida familiar. Este sentir individualista ignora una verdad indiscutible, una sociedad sin nacimientos está condenada a desaparecer.
Debemos repensar el modelo cultural, social y económico que necesitamos, y poner a la familia y a la natalidad en el centro de las políticas de futuro. El Estado tiene un papel fundamental que jugar en la promoción de la natalidad, pero siempre respetando la libertad individual y evitando intervencionismos excesivos. Las políticas públicas deberían centrarse en crear un entorno favorable para las familias, donde tener hijos no sea visto como una carga económica, sino como una elección que contribuya al bienestar general de la sociedad.
Se deben implementar incentivos fiscales para las familias con hijos, ofreciendo desgravaciones más generosas, aumentar en la Ley de conciliación las deducciones por maternidad y las ayudas directas en el IRPF con hijos a cargo. Además, el acceso a la vivienda debería ser una prioridad para los gobiernos, facilitando la compra de casas para jóvenes y familias mediante hipotecas asequibles y programas de apoyo. También se deben flexibilizar las políticas de conciliación laboral, permitiendo que los padres puedan combinar sus carreras profesionales con la crianza de sus hijos sin ser penalizados económicamente.
La familia debe volver al centro de la agenda política, no solo como un derecho individual, sino como el pilar sobre el que se sostiene el futuro de nuestra sociedad. III