En nuestra comarca (Baix Llobregat y L'Hospitalet incluido) esta expresión tan oída de “Voy a Bellvitge” no se refiere a ir de romería a la ermita restaurada del Siglo XIII ni dar muestras de religiosidad progresista en la cercana parroquia jesuita de Santa. María o frecuentar los clásicos colegios del contiguo barrio de Gornal: Xaloc-Pineda, del Opus Dei. O incluso, para los admiradores de la arquitectura brutalista, el contemplar los 79 bloques hormigonados de 13 a 17 plantas construidos en los años 60 para albergar una población inmigrante del sur peninsular.
Edificaciones que aguantan bien los casi 60 años de su construcción y cotizan mejor en 2ª mano, en un momento de carestía inmobiliaria, más allá de conflictos vecinales de los 25.000 habitantes (el alcalde Pujana surgió del barrio) y de conceptos urbanísticos del 1932 (Plan Macià) influidos por Le Corbusier.
Porque aún siendo todo lo anterior muy importante, lo que nos lleva a pronunciar la frase “Voy a Bellvige”, es la ubicación en este barrio desde 1972, del gran Hospital Universitario de Bellvitge (HUB), (empezó con el nombre de “Príncipes de España”) en su idea inicial de completar los servicios médicos especializados en la zona metropolitana, junto al otro gran hospital de Vall d’Hebron. Nuestro hospital y los bloques están en la zona inundable -demostrada- de Bellvitge, un tema que ahora con las ‘DANAS’ se recuerda de nuevo por eruditos locales y organismos de estudios.
Falta de personal al inicio
Los inicios del gran hospital, fueron arduos: falto de personal, se ofrecieron mejores condiciones a enfermeras y técnicos de la sanidad privada y se ampliaron las contrataciones con médicos jóvenes. Futuros MIR. Era el tardofranquismo y el régimen aperturaba, cubriendo sus deficiencias en sanidad, vivienda y enseñanza, con inauguraciones y planes urgentes de obras públicas que se sucedían en la actualidad ciudadana. La enorme mole del hospital fue recibiendo a pacientes comarcales, que buscaban remedio en ‘Urgencias’ o en sus departamentos, cada vez más super-especializados y con las mejores tecnologías de vanguardia, las que la sanidad privada, no conseguía alcanzar. En corrillos populares, los había que desafiaban esta práctica social de clase media catalana de afiliarse a mutuas privadas.
Se explicaban los alardes médicos en carne propia y en las atenciones a crónicos, con mejorías notables al pasar por el centro hospitalario, que siguió creciendo, a pesar de la Transición y de la revisión crítica organizativa postfranquista. Hubo partidarios de frenar su crecimiento y lógicamente de su masa laboral, que se hizo temible al manifestarse en diferentes momentos críticos para la plantilla con huelgas. En los últimos años del franquismo, hasta se produjo un atraco a la nómina del personal, que nunca se esclareció y hubo una gran politización de los residentes y enfermería, con largas vocaciones políticas, como la del conseller y diputado comunista Ramón Espasa, entre otras.
Escuela y residencia universitaria
Pero el hospital ya era escuela y residencia universitaria y sus departamentos excelían en avances y mejoras del servicio. El paciente ya necesitaba una derivación para ser atendido. “El ir allí” suponía gravedad, excepcionalidad. Ya no era una simple entrada directa, habían grados para ser atendido. Se iniciaba la etapa de los gestores médicos -con gerentes tipo ESADE-, que buscaban la eficacia gerencial, el ahorro de recursos y costes y hasta la disciplina laboral. Que se puso a prueba con los cierres temporales de 200 camas en 2014, en principio, durante el triste mandato de Baudilio Ruiz García (Boi Ruiz) que procedía del sector privado y que pretendía privatizar al máximo, tensando el clima de una gran ciudad sanitaria que ya contaba con el nuevo y próximo Hospital Oncológico Duran i Reynals. Un lugar donde muchos van, atendidos con un nuevo estilo comunicativo, sin mentiras piadosas y al que los médicos privados le derivan muchos costosos pacientes.
Ambos hospitales emplean a 5.200 trabajadores, un número similar a una legión romana. Baste decir que entre ellos hubo biomédicos de alto nivel como el sanboyano Manel Esteller, en el IDIBELL (10 años), hoy relegado en la Fundación Josep Carreras de Badalona por diferencias con una gerente.
La Unidad del Juego
En este afán de cumplir con las nuevas enfermedades y demandas sociomédicas se crea la “Unidad de Juego” que trata el creciente problema de las ludopatías, bolsamanía, juegos, redes sociales…Y en la Unidad de Psiquiatría, adicciones comportamentales, transtornos asociados al covid-19, sexo…
Los millares de afectados atendidos (2.230 casos nuevos en el 2022) son una prueba de que “ir a Bellvitge” continua siendo necesario para muchos de nosotros. Las calificaciones últimas de atendidos en redes pasan de la excelencia máxima del hospita, a la deficiencia notable, siendo poco significativas las calificaciones intermedias.
Bellvige hace honor a su nombre con dos significados muy adecuados “bella vista” desde el restaurante mirador Evo, del malogrado Santi Santamaría (ahora Skyfall) o el “buen viaje” para entrar o salir del gran centro hospitalario de nuestra comarca. III