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El inmigrante: una oportunidad para la fraternidad

Por Mossèn Pere Rovira
miércoles 23 de julio de 2014, 13:48h
Tanta información, en ocasiones, nos provoca una cierta indiferencia ante las noticias más sangrantes y trágicas.
El tema de la inmigración es uno de ellos; con cierta frecuencia nos habituamos a las noticias de la llegada en “pateras” de 50, 60, 70 o más subsaharianos o de otras etnias. Cuando hace algunas semanas pudimos escuchar que más de 200 de ellos murieron al atravesar el mediterráneo, se destapó la conciencia de tal masacre, ya que entonces los medios de comunicación hicieron un amplio despliegue informativo.

Salieron voces críticas, especialmente la del Papa Francisco, no olvidemos que su primer viaje como Papa fue ir al lugar donde se acogen estas personas que huyen de las guerras, hambre y miseria. Nadie sale de su país y de su tierra para jugarse la vida en estos éxodos tan numerosos.

Personas como tú y como yo, con familia, padres y madres, esposos y esposas, hijos e hijas, …Personas que realizan unos grandes desplazamientos para solucionar su precaria situación o, en ocasiones, para llegar a su personal e ilusorio paraíso occidental. Muchos de ellos hipotecan a sus familias para costearse el viaje y así ayudarlas en un futuro.

Cada inmigrante es una historia particular de alegrías y tristezas, de ilusiones y fracasos, de esperanzas y decepciones, en fin como la nuestra, pero agravado por sus indignas condiciones de vida. Su miseria en materia de alimentación, salud médica, cultura, equipamientos, recursos para trabajar la tierra, etc., son en gran parte los motivos que les empujan a esta peligrosísima aventura.

Muchos de los que mueren no son reclamados por nadie, viajan sin documentación para así dificultar su repatriación. Son enterrados en el más absoluto anonimato. Son registrados como un número más de las defunciones de los indocumentados.

¿Dónde está la capacidad de este mundo moderno, rico y prepotente para paliar esta lacra? ¿Por qué es tan difícil ayudarlos en sus países de origen para que no tengan que huir? ¿Tan caro y difícil es la aplicación de políticas que corrijan esta sangría para nuestras conciencias? Pagamos por jugadores de fútbol, actores, cantantes, … banqueros muchos millones de euros; ¿no es más importante la vida de estos inocentes que una canción, una pelota, una película o … una profesión?

No quisiera caer en la demagogia, en construir castillos en el aire o ideas utópicas; todos, de una forma u otra, somos copartícipes. No reduzcamos nuestra compasión a la emoción o al sentimiento sino a una respuesta que nos permita ver al inmigrante como a un semejante, mejor dicho, desde la concepción cristiana, como a un hermano que merece ser acogido y ayudado, ya desde su país de origen.||
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