El arte de la política: servir al Bien Común ¿es posible?
martes 21 de octubre de 2014, 23:15h
Los políticos no atraviesan un buen momento. Su desprestigio, con razones o sin ellas, va calando en la opinión pública, sobre todo entre los más jóvenes. Hablemos del camino recorrido por ellos y sus partidos que acentuaron tal corriente.
1º.- El político no nace, se hace; por tanto es un reflejo de la sociedad. Sus valores éticos son los predominantes entre nosotros: dinero, prestigio, egocentrismo, poder, comodidad,… Son hijos de una cultura que ha ido ganando terreno entre muchas mentalidades: mi bien privado o de partido por encima del “Bien Común”. Generalizar siempre es injusto, estoy convencido que hay personas dedicadas a la política que tienen buenos principios y gran espíritu de servicio, ¡ayudémosles!
2º.- El discurso político se ha ido empobreciendo de forma alarmante. Ha disminuido la capacidad de diálogo y consenso, aumentado la crispación y la descalificación: “… y tú más.” El lenguaje se impregna de una fuerte carga ideológica, radicalizándose las posiciones sin llegar a un punto intermedio. “Yo tengo la exclusividad” sobre las soluciones que la sociedad necesita, auto-proclamándose como la única garantía mesiánica. La confrontación se convierte, así, en la imagen cuotidiana que el pueblo percibe y transmite.
¿Se puede hacer política sin enfrentamiento? Sí ¿Se puede ejercer la política desde el diálogo y el acercamiento de posiciones? Sí. Para cambiar la inercia; el camino sólo es uno: servir, defender y proteger las capas sociales más desprotegidas e indefensas ante los problemas más cercanos que afectan a las familias, los parados, los ancianos… Y sólo será posible si introducimos en la educación y en la normalidad de convivencia el concepto de FRATERNIDAD: concebir y contemplar al otro desde la cercanía, como una oportunidad para amarlo y no como un enemigo a combatir.
3º.- Siempre ha habido y hay personas y grupos que les interesa la anarquía, el caos y el enfrentamiento, posiblemente debido a insatisfacciones y frustraciones particulares. Generan un ambiente irrespirable para la convivencia. No aportan soluciones y sí motivos que despiertan los resentimientos más irracionales. Utilizan un lenguaje que vende muy bien y apelan al sentimiento de confrontación y rebelión, en contra del pacífico y justo ejercicio de la política. Son unos falsos profetas que se erigen como los “pseudo salvadores”. Éstos, también, dañan el sano ejercicio de la política. ¡No nos dejemos engañar!