Sus ojeras le delatan. Se pasa la vida mirando las realidades ínfimas, nanométricas. “Hacemos jornadas maratonianas”, bromea entre pasillos, laboratorios y en su despacho. Un despacho pequeño, austero y en donde no es necesario aparentar. Solo importa trabajar y avanzar en esta cuenta atrás que ha empezado el cáncer.
Manel Esteller es el director del programa de Epigenética y Biología del Cáncer del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge. Nacido en Sant Boi en 1968, desde pequeño ya apuntaba a que veía la vida con otros ojos. De hecho, ha llegado a ser el científico español más citado a nivel internacional. Él abrió la puerta de la epigenética lo que le ha llevado a ser autor de más de 200 artículos científicos. Especializado en este campo, dirige a un equipo de unas 20 personas, las cuales en la sombra están salvando las futuras vidas que pasarán por el calvario del cáncer. Quizá por ello no pierde en ningún momento la sonrisa; una sonrisa de optimismo aunque se mueva entre tumores y células caprichosas. Como digo, la investigación está salvando vidas.
-Usted ha sido el científico español más citado a nivel internacional. ¿Es de Sant Boi y del Baix Llobregat el heredero de Eduard Punset?
-Eduard es una persona que es más divulgador. Yo soy un investigador que intento explicar lo que hacemos en el laboratorio más allá del círculo académico. Hago investigación directa, descubrimos cosas sobre la enfermedad y sobre todo en cáncer. Lo que sí he intentado siempre es que esto no quede en el círculo claustrofóbico de los científicos sino que llegue a la ciudadanía.
-De hecho, yo le conocí por sus artículos en la prensa.
-Hay una barrera entre la ciencia y la difusión masiva debido a muchos motivos. Uno es que los científicos están muy encerrados en sus laboratorios, en parte, a veces, por su carácter más introvertido. Por otro lado, los medios de comunicación no prestan ni dan la importancia adecuada a la investigación. La portada suele ser de política o de deporte aunque no sea lo más importante.
-¿Su reciente nombramiento como miembro del European Academy of Cancer Sciences fortalece la institución del IDIBELL a nivel internacional.
-Y es muy importante esto. Tenemos que pensar que el 80% de las decisiones en salud y en investigación no se toman ni en Madrid ni en Barcelona; se toman en Bruselas. Europa. Por tanto, si podemos influenciar desde aquí en la toma de decisiones, el tipo de iniciativas, donde se va a dar más apoyo, mucho mejor. La idea de formar parte de esta sociedad es intentar contribuir en el programa y en las políticas relacionadas con la investigación del cáncer.
Manel Esteller: “Tenemos que colaborar más todos los centros cercanos”
-¿Podemos decir que es uno de los centros punteros en investigación?
-Podemos decir que a nivel del sur de Europa, el IDIBELL se ha posicionado en el mercado de la investigación. De ser un centro inexistente ha pasado a tener un grupo de investigadores reconocidos en sus campos. Ahora falta consolidarse y crecer. Necesitamos más financiación, más presencia a nivel internacional, más investigación científica de calidad, más ensayos clínicos, que podamos probar hasta la última molécula que se ha descubierto en Indianápolis… Nos falta este último salto.
-Otras zonas de la comarca, además de este cluster sanitario de L’Hospitalet, son destacadas por su importancia a nivel hospitalario. ¿Echa de menos que tengan más peso a nivel de investigación?
-Se han construido hospitales excelentes que dan un servicio de cercanía muy importante. En lo que se refiere a la investigación, los recursos no son ilimitados. No todo el mundo puede hacer la máxima y mejor investigación. Tenemos que intentar premiar la mejor investigación y financiarla de forma decidida sin depender de ningún va-y-ven político. Lo que sí tenemos que hacer es que colaboren los centros más cercanos.
-Hace poco se inauguró el nuevo servicio de Urgencias, día que también estuvo marcado por las movilizaciones. ¿Han puesto los recortes en peligro este sistema sanitario?
-El principal beneficio de la transición fue conseguir el Estado del Bienestar que permite acceder a un servicio de salud adecuado. Este Estado de Bienestar peligra por muchas razones, entre ellos que Cataluña no puede dedicar sus recursos a los sitos adecuados. Si se hace un servicio de urgencias está muy bien, pero también hemos de asegurar que haya camas para todos los pacientes, que los profesionales estén bien pagados y que no trabajen en condiciones malas… Son cosas que tenemos que vigilar. Con un poco del déficit fiscal ayudaría a sufragar esos gastos.
-Cambiando de bloque. Lo que le define es que, cuando todo el ámbito científico estaba casi obsesionado con el ADN, usted va y habla de epigenética y del estudio de las proteínas que envuelven el ADN ¿Cuándo se encendió esta bombilla?
-La primera vez fue en 1995. Estaba investigando en la Vall d’Hebrón y encontré un gen que no tenía mutaciones, no tenía alteraciones genéticas. ¿Cómo puede ser si seguro que participa en la enfermedad del cáncer? Con esta idea me fui a los Estados Unidos para ver si podía existir una alteración epigenética, cosa que era un rumor. Lo confirmamos. En el 2000, llegó el genoma humano. Clinton decía “Este es el libro de la vida”. Y es el libro de la vida pero sin puntos, sin comas, sin mayúsculas ni minúsculas, con una letra extraña, le falta entonación, ortografía, gramática… La epigenética es lo que regula y da sentido a esa genética. Y en esto llevamos trabajando desde el año 2000.
-Claro, cuando todavía falta un mundo genético por descubrir, usted llega y abre otra puerta con un universo aún mayor.
-Otra metáfora que me gusta decir es que la genética es como la Europa Antigua y cogemos un barco y nos vamos a las Américas. Y hay un nuevo continente; que ya existía, siempre ha existido. Y decir que quizá existan nuevos continentes; otros más pequeños posiblemente. Por ejemplo, ahora sabemos que hay parte de un genoma ‘oscuro’ que regula los reguladores, por tanto, la complejidad va en aumento.
-¿Qué aplicaciones tiene a nivel sanitario?
-Hay dos claras: una es tener biomarcadores de enfermedad. Permiten saber si una célula es buena o mala. Luego, hay otros marcadores que permiten saber -si la célula es maligna- si el cáncer crecerá rápidamente o no; otro biomarcador permite saber si acepta quimioterapia o no… Son biomarcadores que permiten, en general, la predicción de tiempos de vida, tipologías, aceptación de medicación, etc. La otra aplicación son los fármacos. Fármacos que devuelven la epigenética normal a las células. Hay cinco aprobados para uso en leucemias y linfomas, pero hay 20 más en desarrollo que esperamos que vean la luz en los próximos 2 o 3 años.
-El cáncer es su lucha. Como valora la situación actual respecto a la que era cuando, por ejemplo, se doctoró en 1996 hace casi 20 años.
-La evolución ha sido clara a nivel de supervivencia. Los pacientes de cáncer viven mucho más tiempo. Es muy claro en los casos de cáncer de mama, básicamente porque son detectados mucho antes. Otra evolución ha sido el tratamiento personalizado. Antes dos tumores de colon eran iguales y dabas el mismo fármaco, pero cuando los miras –genéticamente y molecularmente- te das cuenta que son diferentes. Esto ha permitido llegar al 60% de curación que tenemos hoy en día. Ha sido decisivo para tipos de leucemia, cáncer de mama, para melanoma ha contribuido mucho… Pero hay dos tumores en los que hemos avanzado poco. Cáncer de pulmón: tenemos, al menos, una causa que es el consumo de tabaco. Eliminando esta causa evitamos el 80% o 90% de los cánceres de pulmón. Pero no tenemos elementos descriptivos y, entonces, se suele presentar muy tarde; cáncer de páncreas que, también, se encuentra muy tarde porque es un órgano escondido; y el cáncer de cerebro. No hemos avanzado desde 1996 hasta ahora.
-Podemos decir que hay tratamiento para cualquier tipo de cáncer y posibilidad, por tanto, para su curación.
-Globalmente salvamos el 60% de los tumores humanos. En algunos casos se curan el 90%, como el caso del cáncer de testículo. Pero hay otros, en cambio, como el cáncer de páncreas que salvamos solo el 5%; el resto de pacientes mueren. En este caso, no hemos avanzado. Luego, por tipos, tres cuartas partes de los tumores humanos corresponden a mamas, pulmones y colon.
-Apuntabas estos cinco fármacos epigenéticos. La quimioterapia sigue siendo el tratamiento por antonomasia. ¿Está costando encontrar una alternativa?
-El mejor tratamiento es la cirugía, que te quiten el tumor. Pero esto solo se puede hacer si el cáncer es muy pequeño. Por eso se tiene que diagnosticar a tiempo. Obviamente, la radioterapia; y, luego, todo el arsenal farmacológico. Dentro de estos está la quimioterapia. Está la clásica que representa un 80% y otra más dirigida, más molecular, con menos efectos tóxicos, que representan un 20%. Todavía hay una gran parte de quimioterapia clásica pero también es buena. Ha curado cánceres, pero evidentemente tiene efectos secundarios. En este sentido, en los últimos años, se ha mejorado mucho por lo que se refiere a los efectos secundarios y a evitar el dolor.
-A nivel personal, ¿qué es lo más duro?
-Cuando llegan pacientes en el que ya han probado todo lo que la oncología y la medicina ha podido dar y buscan algo nuevo en investigación que no tenemos. Para ese paciente no hay solución y es la principal frustración. La parte positiva es que vemos que lo que se descubrió hace cinco años ya está implementada en la medicina. Por tanto, la receta es clara: seguir apoyando la investigación para que, ese paciente ya no, pero que el siguiente sí que pueda tener solución.
-En este sentido, esto parece que sigue sin ser una verdadera prioridad para la opinión pública.
-Tenemos que incidir en la necesidad de que la sociedad civil dé un apoyo decidido a la investigación. Que no solo la reclamen los investigadores, sino la sociedad en su conjunto porque es un beneficio para todos ellos.
En momentos de crisis económica, a veces, se antepone los criterios economicistas a los criterios científicos y médicos y esto no debe suceder. Hemos de tener una visión a largo plazo; el cortoplazismo no sirve para nada.