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Agus Morales tras su viaje a Siria para conocer la vida de los refugiados y desplazados | Fotografía de Anna Surinyach |
“La prensa local puede cambiar muchas cosas por su poder de incidencia”
Entrevista a Agus Morales, periodista de El Prat, responsable de la comunicación de la Unidad de Emergencias de Médicos Sin Fronteras
martes 20 de enero de 2015, 20:18h
El periodismo como compromiso vital
L'Apunt: De Mariano Martínez, editor de Rúbrica Editorial. Comunicador. Escritor.
Quizás lo apropiado en estas líneas sería referenciar a Kapuscinski o Leguineche, dos grandes figuras del periodismo que hicieron de éste un oficio que hoy en día ha perdido raíz, esencia. Estas grandes figuras que han visto realidad a vista de pájaro, pero prefiero acercarme a la necesidad de gritar por el valor del periodismo local, desde el que se inició Agus Morales hace más de una década y del que fui durante un tiempo compañero de viaje.
Remitirnos a una humilde publicación cultural de El Prat de Llobregat (Onada de cultures) donde empezó a publicar textos, y acompañar a Agus Morales en sus crónicas políticas en la revista decana de la prensa comarcal del Baix Llobregat, la revista Delta, también del Prat. En pocos años verle crecer en oficio hasta sus corresponsalías en la India y Pakistán, desde una insultante y generosa juventud. Hay mucho en el trabajo de Agus Morales de periodismo sin adjetivos y adornos, sobre todo desde que aterrizó en Médicos sin Fronteras: es entender el oficio como compromiso. En un tiempo en el que estamos saturados de información, este periodista creció desde la brújula de lo local y que mañana seguramente se agarrará al barro de las realidades olvidadas. Una trayectoria la suya que se aleja de la comodidad y que encuentra luz en su pasión literaria, que le llevó a volcarse en una extraordinaria tesis doctoral sobre Tagore.
Es una evolución, un camino, un recorrido, de periodismo y literatura, en el que parafraseando al poeta indio, Agus Morales nos “ha traído cerca lo lejano y ha convertido en hermano a un extraño”.
— Imanol Crespo: Estamos en frente del Ayuntamiento de El Prat. Aquí empezó un poco todo, con aquellas ‘Contracrónicas’ de los plenos municipales como colaborador de la sección Política de Periòdic Delta. ¿Qué recuerdo tienes de aquella etapa?
—Agus Morales: Muy buenos. La primera vez que empecé a colaborar en una publicación fue con la revista ‘Onada de Cultures’, una publicación que se editaba en El Prat y que estaba subvencionada por la UNESCO. Y enseguida también empecé con Delta. Era estudiante de periodismo y hacía temas sociales y culturales, pero sobretodo política. Iba a los plenos y hacía las ‘Contracrónicas’. Y tengo recuerdos muy emocionantes, de aquella etapa donde estaba comenzando.
—Como muchos, en un medio local.
—Sí, a nivel municipal se pueden cambiar muchas cosas. La prensa internacional tiene mucha influencia, pero también la local. Entonces, ya tenía esa sensación de que se pueden cambiar cosas; no yo personalmente, sino que podías empujar a actores a cambiar cosas.
—¿Sigue siendo así?
—Estoy seguro que sí. Ahí hay mucho que hacer. Cuando cubrí la muerte de Bin Laden, decía, es que periodismo es ir y contarlo. En el pleno de El Prat y en un atentado en Pakistán: la base es la misma. A veces nos perdemos en los grandes discursos y, en realidad, a nivel local se pueden hacer más cosas y de manera más directa; hay más cercanía y los actores están más è
—De hecho, recientemente, Graham Keely, corresponsal de Times en España y residente de Gavà, nos decía que se repasa toda la prensa local.
—Es un radio limitado de acción y, por tanto, puedes conocer mejor el territorio. De ahí salen muchas historias. La prensa local es una fuente increíble de noticias y con gente muy preparada.
—Mencionabas, al principio, estas ‘Contracrónicas’ en Periòdic Delta de los plenos municipales. No sé si cambiarían mucho tus artículos ahora.
—A veces lo he pensado. ¿Qué escribiría ahora? Y digo, es que es lo mismo. Aquí sigue habiendo un alcalde eternizado en el poder; una oposición que, ha habido algunos cambios, pero tampoco muchos… Igual tendríamos que haber metido más presión.
—Parece que gana peso el discurso de la regeneración política, pero, en cambio, sigue habiendo un ‘status quo’ de políticos en todos los niveles; sobretodo en lo local.
—A nivel de Cataluña y en el Estado español están habiendo cambios importantes, pero eso no lo veo en El Prat, en este caso, y creo que también hace falta. Y no me refiero estrictamente a un partido político, porque un partido por otro tampoco es; sino una regeneración profunda… Mucha gente va a empezar a pedirlo.
—En el Baix, que ha sido el cinturón rojo por antonomasia, están emergiendo también estos nuevos partidos como Podemos o Guanyem. ¿Qué le parece?
—Lo mejor es que genera debate social. Que la gente se plantee cosas. La gente está discutiendo sobre el programa económico de Podemos: están diciendo es que no tiene programa, es que le falta solidez… Me parece fantástico. Ojala se haga eso sobre todos los partidos, y que se hable de cosas importantes. Están hablando de la renta básica. Puedes estar a favor o en contra, pero que haya debate social de esto me parece muy bien. Que mucha gente esté activamente en contra de la corrupción, me parece perfecto. Luego ya cada cual que elija… Está bien que haya nuevos actores, con nuevos valores, nuevas ideas y que haya gente que se planteé que está pasando. Es un síntoma de los agujeros que hay en el sistema.
—Este año se cumplen 20 años del Plan Delta. Tú que, últimamente, has estado fuera en estancias largas, ¿notas los cambios y la evolución de esta zona sur del Baix?
—Para mí es muy complejo. De 2007 a 2012 estuve fuera y cuando vienes siempre ves un cambio; ahora que llevo dos años instalado en Barcelona y tengo una mayor narrativa de las cosas, ves que sí han cambiado las cosas. Por otro lado, el metro sigue siendo eterno. Cada vez que vengo, pregunto, ¿han puesto ya el metro o no? Y la L9 no acaba de llegar. Es simbólico pero parece que, sí, las cosas cambian, pero las importantes, pues, quizá no tanto.
—¿Qué hubieras pensado si en uno de tus regresos te encuentras con un Eurovegas en el Parc Agrari?
—Menos mal que no. En un momento de crisis económica que se planteara eso, no sé, aunque tuvieran sus argumentos de creación empleo, yo lo que veo es devastar el territorio. Afortunadamente no sucedió. En eso, diría, que había consenso entre la ciudadanía y los partidos a favor creo que se equivocaban.
—Se busca una solución a esta zona, un proyecto, ¿es la solución no hacer nada; qué haría Agus Morales?
—Uy, no. Yo no soy político. Como ciudadano me gustaría que se respetara el medio ambiente, que haya una infraestructura correcta para que la gente se pueda desplazar… ¡Qué estamos pegados a Barcelona! Este aislamiento histórico que tenemos, cuando estamos al lado, hay que resolverlo. Tenemos que encontrar un equilibrio que es muy fácil. El río sigue siendo una fractura entre el Baix y Barcelona.
—Lo que sí eres un ‘Huertamaro’. Vayas por donde vayas, vas importando este periodismo de proximidad.
—Para mí es lo más importante; con el territorio y con su gente. Es lo que tiene que hacer un periodista: hablar con la gente y contarlo. Es cierto que necesitas una empatía, pero desde el punto de vista humanista, lo importante son las personas.
—En tu web te defines como “Escribidor; es decir, un mal escritor”. ¿Explícanos esto?
—Es una ironía. Ahora que la gente dice esto de que soy un periodista y un escritor… Para mí un periodista siempre es un escritor. Me parece redundante. Es una ironía sobre esto y para decir que me dedico a explicar historias. Ahora en Médicos sin Fronteras y antes, pues, como corresponsal en India y Pakistán. Además, también siempre he tenido una vocación literaria; me gusta la poesía, absolutamente abandonada por la sociedad.
—Eres responsable de la comunicación de la Unidad de Emergencias de Médico sin Fronteras. ¿Cuál es tu labor?
—Cuando hay una emergencia, normalmente, asociada a conflictos, epidemias… hay un equipo que se despliega inmediatamente allí. Yo hago las tareas de comunicación. Eso implica elaborar material periodístico como crónicas, vídeos, fotografía –algo menos porque hay fotógrafos, pero también- y dar apoyo al equipo que allí se desplaza, en este caso, y sobre todo, en comunicación. Ahora, por ejemplo, tiene la epidemia de Ébola –están en Sierra Leona- y también tiene proyectos en Siria. Según el contexto, va cambiando.
—Parece hasta romántico y bohemio, sino fuera por la grave situación. Periodistas junto a médicos.
—De hecho, Médicos sin Fronteras fue fundada por médicos y por periodistas. Creo que es bonito. Que una organización esté dispuesta a levantar la voz, pese a los riesgos, creo que es de elogiar y, a la vez, muy necesario. Porque lo más necesario es, la mayoría de veces, la acción humanitaria directa; pero, a veces, denunciar algo también puede salvar vidas o al menos puede cambiar una situación política.
—Tu labor ayuda a mantener alerta al primer mundo de lo que ocurre en otras regiones del mundo. ¿Nos hemos olvidado con la crisis del resto?
—Este 2014 ha sido un año brutal, tanto en Sudán del Sur, en la África subsahariana, Siria… Es normal que a los ciudadanos les importe lo más cercano a ellos; tampoco podemos exigir que el ciudadano medio se informe cada día de lo que ocurre en Sudán del Sur. Pero también es verdad que las democracias modernas están optando por la autoprotección; mientras nosotros estemos bien, los demás vienen después. Y esto es peligroso. Primero, porque, desde el punto de vista humanista, es una debacle. Es la desintegración de los valores humanistas. Y, segundo, atenta contra el sentido común: si hay un edificio en llamas y uno piensa que por quedarse en casa se va a salvar, se equivoca. Hay que ir al fuego y apagarlo.
—Es la globalización: todo afecta a todos.
—La epidemia de Ébola es el ejemplo más claro. Que era lo más fácil: cuando empezó el brote, ir allí e intentar sofocarlo. Esa era la forma más fácil de proteger, no a esos países, a todo el mundo. Sin embargo, la primera reacción de todas las sociedades fue proteger-se, levantar fronteras. Se siguen levantando muros en el siglo XXI; hay más de 50 muros en el mundo. Es una insensatez.
—¿Cuál es tu recuerdo más duro?
—Quizá, una visita que hicimos a Malakal, una ciudad de 150.000 habitantes de Sudán del Sur que quedó absolutamente destruida por los combates entre las tropas gubernamentales y la oposición. Quedó totalmente arrasada; era muy descorazonador. Cuando fuimos al Hospital y vimos como había quedado, como lo habían removido todo… Había cadáveres todavía en las camas… Me costaba encontrar las palabras. Me impactó bastante.
Después, en la epidemia de Ébola, en Liberia, me impresionó mucho la reacción de la gente. De cómo los liberianos dijeron vamos a sacar esto en adelante, vamos a tirar del carro... Y, la verdad, que ‘chapeau’. La parte más dura fue que, por ejemplo, acompañamos a un equipo de recogida de cadáveres. Y había que sacar a un bebe de mes y medio que había muerto y había que sacarlo… Estaba allí toda la familia y, la verdad, me afectó. Para estos equipos, este es su día a día.
—¿Cómo afecta anímicamente?
Afectan, pero, al final, te da mucho más. Porque conoces a muchas personas que, con situaciones terribles, ves sus ganas de vivir. Cuando he podido mantener el contacto, lo que te da conocer a estas personas, como han reaccionado ante situaciones extremas, ver como se dan a explicar su historia… a mí esto me aporta mucho, creo que es algo fantástico.
—Antes de Médicos sin Fronteras, fuiste –sin saberlo- ‘vecino’ de Osama Bin Laden. Fuiste uno de los primeros en llegar a la casa donde fue asesinado. ¿Cómo fue?
—Sí, en aquellos años, en 2011, la sospecha de todo el mundo era que se escondía en las pequeñas ciudades limítrofes entre Pakistán y Afganistán. Y resultó estar en una vivienda, al lado de la principal academia de cadetes de Pakistán, en Abbottabad, a dos o tres horas de Islamabad. Entonces era corresponsal para EFE y lo que decimos del periodista, ir y contarlo. Así que cogí el coche y me fui para allá para hablar con vecinos, con fuentes militares y hacer una historia…
Con esto me dí cuenta de hasta que punto el poder intenta dictar lo qué hay que contar. Prácticamente todo estaba dictado desde Washington. Toda la información venía de allí, el gobierno de Pakistán reaccionó como pudo, tarde… La zona estaba acordonada y fue difícil ofrecer toda la narración de los hechos. Cada vez es más difícil informar.
—¿Qué le hubieras preguntado a Osama Bin Laden?
Antes de esto, entre los compañeros de EFE en el sur de Asia, yo siempre decía que me hubiera gustado entrevistarle. El primero de personajes de todo el mundo, que estaba en nuestra región. Y al final no era tanto qué le ibas a preguntar sino poder entrevistarlo. Le hubiera preguntado sobre lo que ya sabía, que era el declive de Al-Qaeda, sobre su persona, sobre como se retroalimentaba esta guerra del terror impulsada por Bush y por los principios de Al-Qaeda.
—¿Pudiste colocar tu información en la prensa española?
—No. Cuando pasó, la mayoría de información venía de Washington y lo que consumió la gente también. Los de siempre. Coges los diarios del 2 de mayo y no hay casi nada de allí. Verás que todo está firmado en Washington y en las principales capitales europeas. III