El capitalismo ha venido a encontrar en los movimientos culturales, artísticos y musicales que se han producido en los últimos veinte años, un mercado específico donde encajar una serie de bienes de producción, incluso un mercado en el que se pueda controlar la intensidad de la demanda. La juventud, como sector social, no es ajena a esta dinámica. La asimilación por parte del sistema de tales movimientos, no la ha podido realizar sin que se vieran afectados los valores culturales dominantes; es decir, si bien es cierto que a causa del desarrollo de las fuerzas de producción el sistema favorece la aparición de determinados usos como la pornografía, por ejemplo, esto supone una contradicción con su propio sistema de valores que se nos presenta como algo obsoleto(1).