El ajedrecista Francisco Vallejo Pons (1982) es una persona singular: la suya es la historia de un niño tocado por los dioses, un individuo prodigioso al que se le exigieron los cielos y que estando habitualmente entre los 100 mejores del mundo de su profesión parece que siempre esté debiéndonos algo. Porque, aunque fue campeón mundial sub-18 en el año 2000 y ya había sido dos veces subcampeón del mundo de edades, colectivamente nos supo a poco.