De los viernes de mi niñez recuerdo, sobre todo, la visita familiar al videoclub. Aun tantos años después soy capaz de sentir los restos de la excitación que me provocaba caminar con mis padres en dirección a Videomanía, abrir la puerta acristalada, escuchar el tintineo del móvil metálico colocado sobre el marco… y asomarme por fin a aquel par de pasillos repletos de cintas en VHS.