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La Suerte, la respuesta más utilizada

Por Mossèn Pere Rovira
Las palabras expresan algo más que una mera comunicación interpersonal, nos sirven para conocer la cultura o el pensamiento predominante en la sociedad.
Hay muchas palabras dignas de ser analizadas y contrastadas con las modas ideológicas contemporáneas. Una de ellas, por la que escribo esta reflexión, es la palabra: “suerte”.

Es de las expresiones más utilizadas en todos los medios y en las conversaciones ordinarias. Con decir: “buena o mala suerte” liquidamos muchas preguntas que se suscitan en el devenir de nuestra vida. La palabra “suerte” viene a cubrir la incertidumbre y la precariedad con la que el ser humano se enfrenta a diario. La salud, la economía, el amor, el éxito o el fracaso… vienen condicionada por la fortuna o no, casualidad o no, azar o no, etc.; incluso llegamos a concebir el origen de “la vida” como consecuencia del azar o la suerte.

Todo aquello que no podemos controlar, comprender, prever, programar, … se convierte en el mejor caldo de cultivo para aplicar dicha expresión. El ser humano experimenta su pequeñez y fragilidad ante las grandes cuestiones de nuestra existencia.

Es curioso como la palabra “suerte” gana terreno en una sociedad cada vez más alejada de la transcendencia, más secularizada respecto a las creencias que han formado nuestro pensamiento. En vez de acudir a un Dios “creador, providente, presente, actuante…, nos hemos refugiado en la explicación de todas las realidades bajo la gran respuesta: “la suerte”.

¿Somos fruto de la suerte? ¿Existimos sólo por ella? ¿Los acontecimientos de la historia y de la vida humana son consecuencias de la suerte? ¿Mi estado físico o económico es mérito personal? Me resisto a creer que yo vivo y existo apoyado en la suerte, una suerte que millones de personas no pueden disfrutar sea por la hambruna y miserias que les acompañan.

El criterio de la suerte como única explicación de realidades no controladas o previstas, me invita a una humilde reflexión: ¿no será que el ser humano se cree, asimismo, más de lo que es? La soberbia ha acompañado la historia de la humanidad, por tanto, ¿soy yo, el origen y el final de toda la creación? ¿soy yo, quien genera y mantiene la vida? ¿soy yo, quien elige la forma de vivir y sus condicionamientos? ¡No será que en vez de sentirme protagonista, sólo soy un pobre espectador de algo que me invita a mirar más allá! III
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