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¿Un L’H dependiente de BCN y a dos velocidades?
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¿Un L’H dependiente de BCN y a dos velocidades?

Por Eva Jiménez Gómez
jueves 15 de octubre de 2015, 03:03h
Hace tiempo que L’H intenta aprovechar la marca Barcelona en su propio beneficio. Así, la celebración de la Fira de Barcelona en la renovada zona de la Plaza de Europa ha contribuido a la consolidación del turismo de congresos o negocios, tal y como recoge este número de El Llobregat.

Algo parecido pasa con el Campus de Ciencias de la Salud de la Universitat de Barcelona ubicado en el barrio de Bellvitge. La continuación de la reforma de la Gran Vía hasta el río Llobregat, prevista en el Plan Director Urbanístico presentado en enero de este año, supondrá también un fuerte impulso para Biopol, un proyecto destinado a promover la interacción entre profesores, estudiantes, investigadores y empresas del mundo de la salud. El último paso se ha dado justamente en el último pleno de la ciudad, donde se ha aprobado ceder a la universidad unos terrenos durante 75 años para crear una residencia de profesores y estudiantes.

El ejemplo más reciente, no obstante, es el Barcelona Gallery Weekend, un evento cultural en el que artistas y galerías de arte han expuesto sus obras y espacios, respectivamente. En L’H hemos asistido, por ejemplo, a la inauguración de dos nuevas galerías en el barrio de Santa Eulalia: Nogueras Blanchard y Anna Mas Projectes. Esta participación de la ciudad en la organización y sede del BGW contribuye a dar cuerpo e impulso al proyecto de Distrito Cultural que ha puesto en marcha el Gobierno municipal en los alrededores del Centro Cultural Metropolitano Tecla Sala.

Todo esto está muy bien, pues en la vida hay que aprovechar las corrientes favorables para navegar con más facilidad. La marca Barcelona tiene mucho tirón y es probable que lo siga teniendo, a pesar de las dudas que ha generado y puede generar el proceso de independencia.

Prudencia
Dicho esto, convendría mantener una cierta distancia, una cierta prudencia, ya que si el desarrollo económico de la ciudad depende de la iniciativa de terceros, entonces estamos a su merced y a la de las circunstancias, y eso no genera estabilidad ni crecimiento sostenido y sostenible a lo largo del tiempo. Si Barcelona cae, L’Hospitalet caerá con ella, del mismo modo que todavía se dice que si Estados Unidos estornuda, Europa se acatarra –con el permiso de China, añado-.

Y algo más preocupante. El Gobierno municipal, perteneciente al Partit dels Socialistes de Catalunya, se jacta de trabajar por una ciudad para las personas. No lo pongo en duda, pero cuidado, porque este tipo de proyectos podrían estar pensados más para los visitantes que para la población autóctona, con lo que podrían crearse unas barreras sociales mucho más peligrosas que las generadas por las infraestructuras que con tanto ahínco se esfuerzan por desterrar. Y entonces no sólo tendríamos un L’Hospitalet dependiente de Barcelona, sino dos ciudades diferentes o, dicho de otro modo, un municipio donde se vive a dos velocidades. III

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