Sí, de acuerdo, muchos estaréis pensando que el Delta del Ebro mola, ¡pero los mosquitos no! Tenéis toda la razón; ir a esta zona en verano es tan genial idea como meterse en un hammam sin haber desayunado. Pero el resto del año (y son muchos días), los 320 km2 del Delta son casi un páramo en medio de la nada, un reducto de tierra a escasos kilómetros del aeropuerto de Reus con una suave atmósfera húmeda que embauca. Las marismas que aquí se despliegan interminables en todas direcciones son capaces de anestesiar el tiempo. Las planicies, las bahías, los cañizales, las lagunas y playas vírgenes de arena fina o los salobrales son como tierra desolada y perdida en otoño invierno. Pero se vuelven herbáceos mantos en primavera. Los cañaverales se inclinan gentiles cuando pasa el viento y en los carrizales y lagunas alzan el vuelo inquieto los pájaros, al pasar de las bicicletas. Es una estampa de la calma y quietud. ¿No será eso lo que los urbanitas buscamos cuando nos cogemos unos días para escapar del tráfico? Esta diversidad de ambientes permite a la ciudad de Amposta –que tiene un extenso término municipal que abarca desde la Sierra del Montsià que le da nombre a la comarca hasta el delta del Ebro- ofrecer una oferta turística que se mantiene todo el año.
Lea el artículo completo en LouLouLopez.com