En España tiene mal fario, pero el repaso histórico es concluyente. En los escasos períodos “liberalizantes” ha surgido el bienestar general: las desamortizaciones, el fin de la autarquía, la Transición, los pactos de la Moncloa, la entrada en la UE y otros.
Es poco para un país antiguo a quien sus ochos siglos de predominio musulmán le han imbuido de cierta peculiar rigidez en su concepción del “negocio” político: la Inquisición; la separación de Portugal; las guerras carlistas; la larga crisis post-colonial; el fracaso de la I República; y, sobre todo, tras la caída de Primo de Rivera y el rey, el nuevo fracaso de la II República con la horrible Guerra Civil de la que aún se duelen muchos; y ETA.
En los breves episodios liberales, de tolerancia y reformas se nos han despertado los sueños superadores de conflictos anteriores y renacido una conciencia colectiva positiva y facilitadora de acuerdos constitucionales y sociales.
Ahora con la larga crisis económica y el dictado alemán en el gobierno comunitario, se nos ha agrietado este frágil consenso y han surgido nuevos profesionales políticos con el hispánico lema del “0 todo o nada”, o si lo prefieren “No es no”, su mal ejemplo radical se ha extendido por doquier y en ámbitos imprevistos.
Hace días, dos súper-reactores rusos probaban el sistema de alarmas de la OTAN y aparecían -tras un largo paseo- en Bilbao. ¿Podría el gobierno vasco o catalán impedir una situación de intrusión del espacio aéreo o una guerra cibernética?
El lema del IRA “Nosotros solos” ya no vale. Por ello la crispación hipernacionalista que no enmascare las evidencias y las realidades.
Los parlamentos no son iglesias, sí son espacios amplios con pasillos, sofás y bares, donde transaccionar y acordar y no pasmarse ante la aritmética de las votaciones finales. Que la llamada “casta” haga política pero de talante liberal y cordial no con el trabuco y la demagogia. Hispania tiene herencia grecorromana por lo que el negociar y consensuar esta también en su ADN, no tan solo el exterminio del contrario.
El talante liberal tan reclamado en la actual decadencia doctrinaria general, vuelve a afrontar al fundamentalismo y salva en ocasiones hasta a Bélgica de estar dos años sin gobierno, ¡ánimo que lo nuestro es más fácil! o ¿no? III