Como todas las primeras veces, uno recuerda la suya con un plato de diseño. En mi caso, era una de esas redondas y rugosas piezas en forma de centolla preñada de una –esperada- ensalada de cangrejo, crustáceo picado y lechuguitas aliñadas. Fue un momento excitante. Recuerdo que pensé: “¿Y esto no se le había ocurrido antes a alguien?”. Una ensalada así, en un recipiente que imitaba la extensión natural del propio cangrejo, bautizaba la idea en mi cabeza que hace a una experiencia memorable: sencillez.
Ahora la usabilidad de platos, cuencos y pizarras monas se ha prostituido. Es aburridamente recurrente y casi todos los chefs encuentran una justificación -incluso con presentaciones que rozan el absurdo (¿tallarines sobre una pizarra?)-, para usarlas. A veces, la vajilla suma (leía, recientemente, este ameno artículo al respecto), otras no, es superfluo, innecesario e inútil. Siempre es una buena noticia cuando esto no pasa y el diseño encuentra su papel. Es la filosofía de un proyecto de tienda y espacio gourmet que, bajo el divertido nombre de Pork&Tuna, ha abierto en los bajos de uno de los novísimos edificios frente a la playa del Parc del Fòrum. Un local de diseño donde, pese a lo bonito, lo que importa (¿Hace falta decirlo?) es comer y beber bien.
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