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La villa de Molins de Rei, conectada con Beirut
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La villa de Molins de Rei, conectada con Beirut

Por Joan Carles Valero
jueves 04 de mayo de 2017, 04:03h
La guerra en Siria se antoja lejana, pero no sus consecuencias: el drama de los refugiados y el ataque a las ciudades europeas de los lobos de Estado Islámico. Las operaciones policiales contra los terroristas del Daesh se suceden en nuestro territorio. Porque Barcelona está en el mapa de la yihad. Nos lo recuerda su aparición en Daviq, la revista oficial de ISIS.

Cuando Estado Islámico caiga en Siria “hará estallar el terrorismo en Europa”. Lo dice Tomás Alcoverro, corresponsal de La Vanguardia durante más de 40 años en Oriente Medio. Antes de irse a vivir a Beirut, Alcoverro pasó su infancia y adolescencia en Molins de Rei. Con él callejeamos por los recovecos de la memoria.

La verdad es un espejo roto en mil pedazos en la noche de los tiempos. La tarea cotidiana de los periodistas consiste en intentar recomponerlo para reflejar la realidad. Algunos, influenciados por creencias o líneas editoriales, logran reconstruirlo cóncavo, otros convexo, ondulado… Pero todos proyectan la realidad, como cuando visitamos el salón de los espejos del Tibidabo y vemos nuestra figura que, aunque alterada por la condición de cada espejo, sigue siendo nuestra imagen.

El peligro estriba en quienes hacen añicos cualquier espejo que los periodistas recomponemos a diario, no para deformar la imagen, sino para sustituirla por símbolos y frases de 140 caracteres, micro sentencias lanzadas en caliente, sin mediar reflexión. Son parte de las “fake news” de la posverdad que pueblan las redes sociales y que engendran los populismos y los avances de Beppe Grillo, Donald Trump, el Brexit y Marine Le Pen.

Poco antes de morir, Umberto Eco advertía en una carta abierta a su nieto adolescente y, por extensión, a todos los “millennials”, de las graves consecuencias de la pérdida de la memoria como el mal que más afecta a las nuevas generaciones, sean o no universitarios. Y es que “para los jóvenes, el pasado se ha aplanado en una enorme nebulosa indiferenciada”, decía el filósofo y ensayista italiano.

El cerebro es un ordenador mucho más potente que cualquier “Smartphone”, no solo por ser la mejor herramienta que, además, siempre llevamos encima, sino porque mejora con el uso sin necesidad de ser sustituido. Está bien consultar en Google un dato que no se sabe, pero deberíamos retener esa información para no tenerla que consultar una segunda vez. La memoria, dice Eco a los jóvenes, es un músculo, como el de las piernas, que si no se ejercita se atrofia y hace que te conviertas en discapacitado (desde el punto de vista mental) y, por lo tanto, en un idiota”.

Seguir la dieta de la memoria
Seguir la dieta de la memoria, conceder importancia a los pequeños detalles y tener en cuenta lo que ocurrió antes de que naciéramos, porque también cuenta, sirve para entender mejor por qué hoy suceden muchas cosas… Así se educó Tomás Alcoverro en el seno de una familia con casa en la calle Puigcerdà, de Molins de Rei. Su madre, Roser Montané, hablaba francés, tocaba el piano y había estudiado contabilidad. Su padre, Alex Alcoverro, abrió una mercería en la calle Major, en un edificio que todavía se conoce como Can Muntané. A los padres del corresponsal en Oriente Medio más laureado, que acaba de publicar el libro “¿Por qué Damasco? Estampas de un mundo árabe que se desvanece” (Diëresis), les fue bien el negocio y dieron el salto a Barcelona antes de la crisis textil que hundió las fábricas de Molins de Rei, entre las que destacaba Can Samaranch, dirigida por Enric Madorell, pariente del periodista y una de las figuras más vinculadas a la historia de la villa.

En aquella factoría de colchas y tapicerías se reclutaba personal entre personas de origen catalán y católicos practicantes.

Reuniones clandestinas
Los recuerdos de Tomás Alcoverro se amontonan al callejear por el Molins de los veranos de su infancia, pero también de la adolescencia y madurez. Porque una vez heredó la finca, la prestaba para que celebraran reuniones clandestinas los líderes del Moviment Socialista de Catalunya (MSC), conocidos como “els musics”.

Joan Raventós, Raimon Obiols y Miquel Roca Junyent, entre otros, venían a Molins para esquivar la vigilancia franquista. Alcoverro recuerda que Raventós le daba 25 pesetas para el taxi de regreso a Barcelona, porque él no solía quedarse.

Durante muchos años, el periodista que ha cubierto las guerras de Palestina, Libano, Iran, Irak y ahora Siria, estuvo vinculado a Molins de Rei y a sus vecinos, veraneantes, con los que departía a la fresca o realizaba excursiones a la Penya del Moro. Vivía puerta con puerta con la familia de Maria Rosa Virós, que fue rectora de la Universidad Pompeu Fabra y esposa del intelectual José Antonio González Casanovas. También frecuentaba dos edificios cercanos a su casa y que aparecen en la película de Pedro Almodóvar “La mala educación”.

El director manchego rodó en el cine de la Joventut Catòlica, un edificio de 1921 con claras influencias modernistas, y en el Teatre Foment, erigido en el mismo año y utilizado como teatro y sala de baile.

El Foment Cultural i Artístic también fue el escenario en 2011 de la gala de los Premios Ràdio Molins de Rei en los que Tomás Alcoverro recibió el primer galardón de Comunicación con el nombre de Miquel Armengol, el periodista molinense artífice de la emisora. Alcoverro, como buen reportero, se mezcla con la gente de la calle, pasea discreto y es capaz de pasar horas observando el trasiego fundiéndose con el entorno.

Así es como en sus más de 8.000 crónicas desde Oriente Medio encaja las piezas del puzle de ese avispero de la Humanidad donde la única certeza es que no hay certezas. III

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