Si hay algún sitio en el mundo donde se venere a la legumbre ese es India. El año 2016 se dedicó a las leguminosas y fue, precisamente, ese año cuando la cocina india empezó a eclosionar en Barcelona. La puesta al día del mítico Tandoor por parte de Ivan Surinder fue la primera brecha en el cascarón. La vista de su venerado Atul Kochhar a Alimentaria -en la que el joven chef hizo de aplicado pinche- sirvió para que se empezase a cuestionar la tiranía del ceviche en las cartas.
De una forma más popular, el foodtruck de Masala 73 y luego su reciente apertura como restaurante, nos confirmaron lo que ya intuíamos: Barcelona quiere más sitios donde comer buenos curries. Kochhar ama la Ciudad Condal y es por eso que ha vuelto. No para quedarse. Pero sí para asegurarse de que el hecho culinario indio no decae en una ciudad con aperturas de restaurantes cada semana. Desde hace unas semanas y durante julio, un pop-up de su Benares dentro del preciosista Hotel Cotton House permite un viaje rápido a Bombay en un menú cerrado en horario nocturno.
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