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Tren, a la altura de L'Hospitalet, lleno de manifestantes a favor de la unidad de España
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Tren, a la altura de L'Hospitalet, lleno de manifestantes a favor de la unidad de España

Muchas Cataluñas

9 de octubre

lunes 09 de octubre de 2017, 09:36h

En efecto, se vio mucha gente en las calles de Barcelona según las imágenes de la televisión. Y al compás de las imágenes, más nervios de los esperados en el sector nacionalista catalán que vio como si hay 2 millones de ciudadanos dispuestos a todo por el naciente Estado, podría haber una cifra semejante, hasta ahora oculta y silenciosa, con la misma actitud para que no hubiera separación de España.

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Reconozco que había escaso margen para que no se produjera ese mar de rojigualdas pero desde luego eso, a parte de poner de manifiesto que el pueblo de Catalunya no está tras el ‘procés’, solo una importantísima parte de él, lo único que demuestra es polarización, no encuentro. De algún modo, la movilización de ayer de Barcelona contrarresta no solo la movilización sistemática del independentismo, sino también la esperanza de las marchas blancas por la concordia y el diálogo.

Pero ya digo, era por una parte inevitable y por la otra comprensible. Si yo mismo estoy defendiendo en mi propio ámbito el fin del silencio, justo es reconocer que esa marea de rojigualdas representa precisamente eso: el fin del silencio de los que nunca habían salido a oponerse a la idea globalizadora de la Catalunya que se quería ir. Como hemos visto, como ya intuíamos, la mitad por lo menos de quienes habitan en este país.

País nada monolítico

De nuevo, las imágenes no explican el perfil de Catalunya, así que harían mal los que ayer movieron a las masas en Barcelona, en pensar que frente a una monolítica Catalunya de la secesión, hay otra monolítica Catalunya de la unidad con España. Hay muy diversas Catalunyas en ambos lados y muchas Catalunya en la equidistancia, como es lógico, elogiable y reconocible. Cuanto más plural sea la sociedad, menos sencilla resultará una salida excluyente y cuanto más nos quieran uniformar quienes mueven los hilos, peor nos irá, desde luego.

Ayer hubo gente en las calles de Barcelona de la ultraderecha, del fascismo soterrado a la espera de víctimas fáciles, nacionalistas españoles, gente que siempre se ha sentido mucho mas española que catalana, pero estoy convencido que también salieron a la calle las gentes que se han sentido agotadas por el discurso monocolor de los medios catalanistas a lo largo de estos últimos años, machacando a machamartillo los estereotipos del catalanismo mas rancio y que se sienten con absoluta normalidad tan catalanes como ciudadanos de un Estado más amplio llamado España, de donde provienen sus ancestros y con el que mantienen un orgullo de pertenencia absolutamente respetable.

Puede que, también, una parte de quienes se vistieron de blanco en la concentración del sábado ante los ayuntamientos, para expresar la necesidad de diálogo. Y quizás, mucha gente que no estuvo hubiera salido a manifestarse con gusto si entre los primeros convocantes no aparecieran ni el PP, ni Ciudadanos, ni se hubieran organizado viajes desde otros puntos de España para traer hasta nuestras calles el aliento que los de aquí no hemos perdido todavía.

Así que la manifestación de ayer de Barcelona no debiera alimentar veleidades españolistas porque fue, también, una demostración de hartazgo y la recuperación de una voz hasta ahora muda.

Pero es cierto que los únicos acontecimientos significativos de esta semana de la incertidumbre que acabamos de abandonar han tenido un contenido político al margen totalmente de quienes debieran articular las respuestas políticas. La política puede y debe practicarse desde muchos lugares. Y de hecho así es, pero quien la debiera articular en última instancia son las instituciones políticas que nos hemos dado con el auxilio de los instrumentos políticos imprescindibles, los partidos y las instituciones donde se manejan.

Pues bien, durante esta semana incierta, ni los partidos ni las instituciones han hecho nada sobresaliente, precisamente cuando más imprescindible era su intervención. Lo ha hecho la calle y lo ha hecho la economía, lo que pone de manifiesto el nivel de declive del régimen del 78 en el que estábamos instalados.

Rajoy dijo hace una semana, tras el día 1, que se reuniría con todas las fuerzas parlamentarias para decidir y que acudiría al Congreso a explicarse. No sabíamos que es lo que había de decidir después del fiasco monumental del domingo, pero lo cierto es que solo se reunió con el PSOE y Ciudadanos, no con el resto del arco representativo —que haya trascendido—, y de su cita en el Congreso no ha habido nada de nada. No debiera extrañarnos porque, si no se mueve más, es porque su máxima de la acción política pasa siempre por esperar hasta que los problemas se resuelvan solos o se enconen sin solución. El gobierno del desgobierno es un martirio para este país. De nuevo hay que dar las gracias a quienes lo votaron, al seguidismo de Ciudadanos y al PSOE que le permitió gobernar.

El día de la huida

Y ahora, sí, ya estamos a 24 horas del día clave en el que se van a decidir demasiadas cosas. El president ha intentado alargar todo lo que ha podido el día de la huida, pero si no controlas todos los resortes para salidas airosas, el alargamiento de los plazos lo único que hace es empeorar la agonía. Es posible que la salida sea muy parecida a la que podría haberse planteado para el martes pasado, con el agravante de que ahora ya resulta muy evidente que no se puede utilizar el resultado del referéndum como coartada y que han aparecido en el escenario elementos hasta ahora existentes pero emboscados que aumentan las contradicciones: el sector económico que pone de manifiesto que quienes decían que Catalunya no saldría de Europa mentían a sabiendas y la calle, mucho más variopinta de lo que las manifestaciones independentistas de hace años querían demostrar.

En ese contexto, la DUI a secas es suicida para todas las miradas que están expectantes y la DUI retórica, simbólica, en diferido y con plazos, no convencerá a nadie. Ni a propios ni a extraños.

Tendremos tiempo de hablar de todo ello porque no habrá apenas movimientos hasta mañana a las 6 de la tarde. Mientras tanto, es curioso observar la posición de los partidos en este baile de convocatorias. Sin duda el poder de la ubicuidad pertenece al PSC que ha sido el único partido que ha repartido manzanas en todos los cestos. Hubo gente del PSC votando —seguramente no, aunque quien sabe— en el acto del 1-O, gente del PSC, relevante, en la manifestación y en los discursos de ayer y gente del PSC en muchas plazas de muchos ayuntamientos del país el sábado. Quienes asistieron a la concentración de L’Hospitalet me explicaron que la alcaldesa socialista se dio un auténtico baño de masas y que la plaza estaba llena de gente anónima y de gente menos anónima y mas reconocible de ese partido. No sé si es una estrategia o forma parte del desconcierto imperante.

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