A Carlos Boyero le ha gustado más de lo que refleja este párrafo
La mezcla funciona a ratos y en otros me resulta cargante… Me ha ocurrido algo parecido con la también atractiva Molly’s Game, en la que Aaron Sorkin y su permanente metralleta verbal tratan de demostrarte continuamente que su personalidad y su inteligencia son brillantes sin interrupción. Que manía o, en el fondo, qué inseguridad. Los directores que más me gustan no hacen alardes, no necesitan tirarse el rollo en las historias que narran.
No entiendo muy bien el primer párrafo de Luis Martínez, que siempre suele arrancar sus críticas con la frase de algún otro, en general muy prestigioso. Pero, en general también, estoy muy de acuerdo con lo que dice a continuación:
“Nos sorprendería si un poeta le pidiera al Estado el derecho de tener algunos burgueses en su caballeriza; mientras que si un burgués pidiera un poeta asado, lo encontraríamos natural”. La frase es de Baudelaire y, a su manera, resume buena parte del ideario, a la vez cruel y profundamente lúcido, de Martin McDonagh.
El resultado, y no necesariamente por este orden, es: a) el título más absurdo (aunque descriptivo) de la temporada; b) la comedia (o algo parecido) mejor escrita en mucho tiempo; c) la reconsagración de Frances McDormand mucho más allá de Fargo como la actriz que de forma más precisa refleja nuestra más íntima amargura (o el simple odio que nos habita), y d) la revelación caníbal de que Martin McDonagh es el poeta que todo burgués preferiría meter en su horno. Cruel, lúcida y perfectamente antropófaga. Feliz indigestión de dramaturgo-cineasta asado.
Quim Casas va un poco más al grano: las cartas
El filme cuenta con varios personajes de interés. Siendo el de McDormand el medular, no le van a la zaga los que encarnan Sam Rockwell y Woody Harrelson, un agente de policía inepto y un sheriff sobre el que recaen no menos de dos giros interesantes de guión. Y si hay tres vallas publicitarias en las afueras, hay también tres cartas, las que escribe desde el sheriff, enfermo de cáncer, una para su esposa, otra para la madre y otra para el agente. En estas tres cartas se concentran los requiebros de un filme que, además, sabe oscilar entre tonos y tendencias -drama rural, ‘thriller’, comedia negra- con talento.
Antonio Weinrichter
Se enciende una luz de alerta ante el rumbo que puede tomar la función: la gozosa sensación de que «esto no lo hemos visto mil veces» tiene un primer remanso en las escenas con el sheriff Woody Harrelson, en su mejor modo «True detective», pero se va aplazando hasta la revelación de Sam Rockwell, cuyo alguacil describe uno de los arcos más iris que hemos visto en años. Sería cruel dar más detalles pero cuanto más truculenta se espera una escena, más nos sorprende con un giroque solo cabe calificar de moral. Y así, aunque el tercio final desbarra un poco, la película nos tiene tan cogidos por los globos oculares que apenas nos importa; de premio, nos aguarda una escena final que es un acorde perfecto.
Nuria Vidal encuentra a John Wayne en Frances McDormand:
Frances McDormand es una fuerza de la naturaleza. Pocas actrices, pocas mujeres en realidad, podrían despertar ese doble sentimiento de rechazo y de solidaridad, de desagrado y de empatía, como el que despierta Frances McDormand en el personaje de Mildred. El director Martin McDonagh explica que la actriz solía decirle durante el rodaje que su personaje era como John Wayne. Y es cierto, Frances McDorman en Tres anuncios en las afueras es como John Wayne. Tiene toda la razón la actriz al decirlo. Primero porque Tres anuncios… tiene la estructura de un western, de los de John Ford, no de los del Sergio Leone; segundo porque Mildred es un personaje con un objetivo, como el John Wayne de Centauros del desierto…
José López concentra su entusiasmo en ocho escenas:
Hay 8 escenas especialmente destacadas: La del restaurante cuando coinciden las dos parejas (no quiero matizar más para no ir al spoiler), la llegada al pueblo del nuevo comisario, las de la voz en off de Woody Harrelson y las consecuencias que acarrean lo que dice, la primera charla entre los personajes de Frances y Woody, el momento en que Frances y Peter Dinklage dan su versión de los acontecimientos a la policía, los dos enfrentamientos en la comisaria entre Frances y el policía racista y extremadamente violento o que interpreta Sam Rockwell y la primera conversación entre Frances y el joven administrador de la empresa de las vallas.
Sergi Sánchez va al lenguaje:
… Por encima de todo, está el lenguaje, la cadencia casi mametiana de las réplicas, el humor empañado de tragedia, articulando la férrea arquitectura de un guión acaso demasiado bien construido para dejar pasar aire por entre sus imperceptibles grietas. Cuando la ira lo consume todo queda la unión en la miseria, que es otra manera de ser bueno, o simplemente de completar una venganza que necesita sangrar. Por el camino ha quedado un personaje hermosísimo –el sheriff tocado por la muerte que Woody Harrelson interpreta con inmensa delicadeza–.
Salvador Llopart afina su mirada:
McDormand ha hecho de la brutalidad en el lenguaje su marca de fábrica. Pero el trazo con el que dibuja sus personajes amplía aquí la paleta de sensaciones, hasta ahora demasiado deudora del universo Tarantino. No hay crueldad, como en otra ocasiones (Siete psicópatas, 2012). Hay dureza en la mirada. Y personajes complejos y muy humanos; tan humanos y contradictorios como para sostener convicciones opuestas a la vez…
……
Otro estreno, e importante, es el de “El instante más oscuro”, de Joe Wrigh.
Jordi Costa
El instante más oscuro aporta, al límite de lo sonrojante, una escena donde un Churchill sin camuflaje vive su particular momento Enrique V en el metro de Londres. Mientras Wright no para de emitir señales de Gran Autor que no son más que gestos de formalismo vacuo en plano cenital, Oldman intenta buscar una cierta verdad bajo las capas de maquillaje. Y la encuentra.
Alberto Luchini
Aquí también sobresale por encima de todo lo demás la caracterización del protagonista, un Gary Oldman sobresaliente que, con la inestimable colaboración del departamento de maquillaje, no encarna a Churchill, sino que, directamente, se convierte en Churchill, en una simbiosis perfecta en la que es difícil distinguir al actor del personaje y que probablemente le valdrá al londinense el Oscar. Pero, por fortuna, El instante más oscuro es mucho más que Gary Oldman.
Nando Salvá:
Oscar al mejor látex…
Escondido debajo de las prótesis, el látex y el maquillaje, por su parte, Oldman pasa las dos horas de metraje gesticulando con energía y furia bovinas y ametrallando monólogos célebres, y en el proceso no ofrece rastro alguno de hondura o complejidad. Pese a ello, eso sí, es lo único en esta película que no resulta inmediatamente olvidable. Al final, ‘El instante más oscuro’ funciona como poco más que una colección de exhibiciones de histrionismo actoral de esas que tan bien lucen proyectadas en la gala de los Oscar, separadas por largos segmentos de puro tedio.
Y la gran sorpresa, la película neoyorquina de la española Ana Asensio.
Most beautiful island, y cuatro opinions favorables
Oti Rodríguez Marchante
En su primera película como directora, la actriz española Ana Asensio consigue meter en su cámara un Nueva York distinto, más provinciano, grisón, auténticamente «indie», sin diseño ni posturitas, un Nueva York que si lo ve Woody Allen se muda a Los Ángeles. Y es probablemente ese captar como nuevo algo tan peinado por el cine como Nueva York lo que le ha dado tantos premios y tanta singularidad a esta película, aunque, luego, se pone uno a verla y a pensar en su contenido, en su historia, y es cuando realmente le presiona el nervio, y más, si como da la impresión, hay gotas autobiográficas en ella.
Francisco Marinero
Una película insólita ya como producción, primera dirigida por Ana Asensio, actriz madrileña afincada desde hace años en Nueva York, ciudad donde transcurre la acción y a la que se refiere el título, que también firma como guionista y protagonista absoluta. Resulta insólita también como narración desde que, en el inicio, la cámara sigue a distancia los pasos de diversas mujeres deteniéndose finalmente en la protagonista hasta su peripecia en una jornada con extrañas situaciones.
Jordi Costa
Su película pasa del preciso y nada discursivo retrato de personaje –construido a través de conversaciones, encuentros y erráticos trayectos por las calles de la ciudad impasible- a un descenso literal al subsuelo, que se modula en forma de película de terror. Un espacio desnudo, una tensa espera y unos cuerpos en tensión le bastan a Asensio, también entregada en cuerpo y alma como actriz, para convocar una pesadilla que no necesita recurrir a ningún golpe bajo para ramificar su considerable poder de perturbación.
Nando Salvá
La inexperiencia de Asensio como guionista y directora se manifiesta en cierta tosquedad -en los diálogos, en interpretaciones que o no llegan o se pasan, en la búsqueda de nuestra empatía con el personaje- que obstaculiza el poderoso mensaje: que la minoría pudiente abusa de los menos favorecidos -mujeres, inmigrantes, mujeres inmigrantes- hasta por placer. ‘Most beautiful island’, eso sí, se muestra rotundamente efectiva generando tensión escena a escena hasta arrojarnos a un clímax literalmente paralizante que esquiva los trucos más trillados del género.
Bueno, en el título hacemos una pregunta que sólo un tonto se atrevería a responder. “Tres anuncios en las afuera” será o no la película del año… (yo ya he visto una que me gusta más, pero como es de Spielberg, mejor me callo), pero nos faltan unas trescientas aún por ver, o sea, que me esperaré al menos unas doscientas todavía para elegir.
Por Oti Rodríguez Marchante
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