En nuestra sociedad, la Administración cuando mapea para instalar las actividades molestas: cárceles, reformatorios, manicomios, vertederos, cementerios nucleares, centros para drogadictos o simplemente porfía por colocar sus antenas telefónicas o centrales eléctricas, solares o eólicas, cuarteles o soterrar líneas de tren; tiene un auténtico problema para culminar sus intenciones, porque se encuentra con un fuerte rechazo vecinal de la población afectada.
Eso fue lo que ocurrió en Sant Esteve Sesrovires (7.644 habitantes) cuando discretamente la Generalitat compró más de 20 Ha. de suelo agrícola para convertirlas por etapas en cárceles: Can Brians 1 en 1991 y Can Brians 2 en 2007; capaces para más de 2000 presos yendo esto al albur de cambios penitenciarios (cierre de la Modelo, régimen externo de preventivos,). La sorpresa y hostilidad inicial motivaron fuertes manifestaciones que el alcalde populista durante 23 años, Galcerán (PSC), utilizó para conseguir contraprestaciones sociales: biblioteca, grupo escolar, polideportivo, mejoras viarias y otras.
El pueblo con un próspero polígono industrial, escaso paro y la benéfica cercanía de la SEAT y “Chupa Chups” entre otras muchas firmas ha atraído población, ha crecido desordenadamente y arrastra una importante deuda, deficiencias en el servicio de agua y pérdidas de las empresas municipales. Tras Galcerán, Carbonell un empleado de gestoría y después Carmen Rallo una psicóloga de ERC aliada al PSC-IU devolvieron a Carbonell el cargo tras su turno. Hoy Sant Esteve sabe que la proximidad a una cárcel tiene consecuencias en el aumento de delitos e incidentes relacionados con las visitas y permisos carcelarios en muchos casos.
Es fácil, en el “Carrilet”, encontrar presos que salen de permiso o son preventivos y que explican por el móvil sus peripecias legales carcelarias un tanto inquietantes. Tras muchos años el gol tramposo de la Generalitat a un bucólico pueblo; sino celebrado se ha casi olvidado.
Sant Boi con sus manicomios fundados hace 150 años por un doctor Pujadas expulsado de la calle Canuda por los vecinos hartos del gritar de sus pacientes es un caso diverso al anterior. Los manicomios tuvieron un desarrollo paralelo a la actividad agrícola y textil del pueblo, proporcionando empleos subalternos y poco más.
Sus 1.593 plazas de ahora se amplían con los tratamientos ambulatorios, las viviendas tuteladas y de consultas externas. El estigma de “Ciudad de los locos” pesa aún a pesar de ingeniosos eslóganes: “bojos per Sant Boi”. El Parc Sanitari con su Hospital General y diversos geriátricos ha diluido un tanto la exclusiva psiquiátrica. Sin embargo nos falta la FP sanitaria dual en nuestros IES y a una ciudad con un 12% de paro le queda mucho por hacer para optimizar el Parque Sanitario en su conjunto, puesto que sus 1.700 empleos directos lo convierten en el primer empleador de la ciudad.
Hoy hay un incremento de los fenómenos de bandas y toxicomanías juveniles con actos violentos en su conducta social, lo que se evidencia en su peculiar callejear y los diferentes grados de afectación y edades; ellos jóvenes son el mejor revelador de malestar social. Para el filósofo Foucault: cárceles y manicomios son los lugares de estudio simbólico y real para comprobar el destino final que nuestra sociedad da: a los desviados y los marginales.
Digamos pues que Sant Boi ha tardado muchos años en celebrar el gol que aquel “delantero” y pionero que fue el Doctor Pujadas les marcó a unos lugareños que vivían sus rutinas agrarias allá en el agosto de 1853. Y eso sin apenas contrapartidas. III