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Saavedra: “Para gobernar un Ayuntamiento hay que estar solo dos mandatos”
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Saavedra: “Para gobernar un Ayuntamiento hay que estar solo dos mandatos”

viernes 02 de febrero de 2018, 00:45h
"Me hubiera gustado recuperar el Ateneu Santboià, el espacio que ocupa el cuartel y acabar con la central eléctrica de Casablanca" | "Xavier Vila y yo éramos como el agua y el aceite. No teníamos enemistad personal, el problema es que era muy autoritario"

José Saavedra nació en Barcelona en 1952 y con cuatro años se trasladó a vivir a Sant Boi, la que sigue siendo su ciudad. Fue concejal, primero del PSUC y después de Iniciativa per Catalunya, durante 20 años, entre 1983 y 2003 y estuvo dos mandatos en el gobierno municipal como responsable de medio ambiente, cuando la alcaldesa socialista era Montse Gibert. Hace apenas unos meses colgó la bata de médico, su auténtica pasión y que nunca abandonó por la política. Ahora estudia historia, conserva la ironía que siempre le caracterizó y acepta con agrado la cita de EL LLOBREGAT en un bar situado en la plaza del Ayuntamiento de Sant Boi.

-El cartel electoral del PSUC de L’Hospitalet de 1983 se recordará por la frase “Aquí lo que hace falta es un alcalde” y el rostro de Joan Saura, pero el de Sant Boi tampoco se quedó corto. En el aparecía la imagen de Saavedra, con el poblado bigote que lució muchos años, y la expresión “Pepe, un alcalde guay”. ¿De quién fue la idea?
-La verdad es que no lo sé. Entonces no teníamos asesores de campaña, nos reuníamos entre todos y lo decidíamos. Nos pareció una frase ingeniosa porque esa palabra estaba muy de moda entonces.

-En las primeras elecciones de 1979 varias poblaciones del Baix Llobregat tuvieron un alcalde del PSUC, pero Sant Boi no. ¿Por qué?
-El PSUC se quedó en Sant Boi a 300 votos de ganar las elecciones. El hecho fundamental fue que en 1979 hubo una candidatura electoral a la izquierda del PSUC, cosa que no pasó en ningún otro pueblo de la comarca, que encabezó Miquel Puig, un tipo que tenía mucho tirón, con una labia brutal que había sido de la Liga Comunista, y que fue quien nos “limpió” el concejal que nos faltaba. Sin esa candidatura a nuestra izquierda, la alcaldía habría sido para nosotros.

-Después vino la aplastante victoria socialista del PSOE en las generales de 1982, la crisis del PSUC y el hundimiento electoral las siguientes en elecciones locales de la primavera de 1983.
-De ahí que yo fuera candidato. En 1983 estaba cantado que íbamos al desastre electoral. Había que intentar salvar los muebles y nosotros jugamos la baza de “ya nos conoces, en Sant Boi hemos demostrado que sabemos gestionar” y decidimos poner una cara conocida. Hacía poco que había acabado la carrera de medicina, me había ganado la vida poniendo inyecciones durante muchos años y había participado en las luchas vecinales de la Cooperativa. No era apetecible ser cabeza de lista de esa candidatura y creo que hice un ejercicio militante.

-¿No fueron excesivos viente años de concejal, doce en la oposición y ocho en el gobierno municipal?
-Yo me propuse dos máximas cuando entré y creo que las cumplí. Una era que siempre iba a volver a mi trabajo, aunque nunca lo dejé, porque era teniente de alcalde a tiempo parcial. Y la segunda, que solo estaría dos mandatos en el gobierno municipal, porque en la oposición puedes estar toda la vida. Para gobernar hay que estar solo dos mandatos: en el primero te enteras y empiezas a hacer cosas y en el segundo mantienes lo que has hecho o haces algún proyecto nuevo. El último año de mandato es casi un año perdido, porque te vuelves muy cobarde.

-Debe ser muy distinto gobernar a estar en la oposición.
-La oposición es una tarea muy ingrata, a pesar de que hacíamos esfuerzos por criticar lo que hacía el PSC y preguntarnos qué haríamos nosotros si gobernásemos. Nuestro único resquicio para explayarnos y ser felices, entre comillas, eran los plenos. Era ir continuamente en contra. Y luego te sentías bastante utilizado por los vecinos. Venían a ti con la queja, tú levantabas la liebre y luego ellos se movían por su cuenta con los que realmente se lo podían arreglar, que eran los que gobernaban. Era una cosa bastante frustrante que servía para bien poquito.

-¿Por qué eran tan agrias las relaciones con el alcalde socialista Xavier Vila?
-Éramos como el agua y el aceite y supongo que si se le pregunta a él dirá lo mismo de mí. Se decía que teníamos una enemistad personal y no era verdad. Era muy autoritario, estaba siempre a la defensiva y se puede pensar que eso lo digo porque yo era de otro partido, pero las relaciones de Vila con su grupo municipal y el PSC tampoco es que fuesen una maravilla. Empezó con una orquesta sinfónica y acabó con un cuarteto de cuerda porque se le cayeron varios concejales.

-El recuerdo de la etapa de gobierno con Montse Gibert de alcaldesa debe ser mejor.
-Sí. Fue antes de la crisis, había dinero en las arcas municipales, pero también era la época de la especulación urbanística. Algunos municipios de la comarca crecieron mucho, como Viladecans, que se comió la montaña y la zona agrícola. Y nosotros, preservando la zona forestal a capa y espada, parecíamos un reducto de Asterix y Obelix en medio de una especulación urbanística bestial. Hay que explicar a los vecinos que si urbanizas recoges dinero del IBI y además tienes una zona forestal que no hay que mantener. El PSC aguantó el tirón, aunque su política no fuera igual que la nuestra.

-¿Qué le hubiera gustado hacer aquellos años que no se hizo?
-Recuperar el Ateneu Santboià, recuperar el espacio que ocupa el cuartel militar y acabar con la central eléctrica de Casablanca. Con el cuartel hubo negociaciones con el Ejército y un plan urbanístico de la zona. Parecía que había un acuerdo e hicimos hasta una paella popular para celebrar que se iban los militares, pero se quedaron. Fue un error y yo colaboré, porque me lo creí sin estar seguro.

-Sorprende que las líneas de alta tensión no estén aún soterradas.
-El problema es que hay una estación transformadora que resulta una instalación estratégica para el Baix Llobregat. Lo que dice la compañía es que la ley de 1967 no ha cambiado y que si una administración quiere mejorar una infraestructura eléctrica, la ha de pagar. Soterrar esa instalación vale mucho dinero. Yo me acuerdo que negocié con ellos y en esas reuniones vi que no servía para concejal. Llegabas allí y veías que estaban por encima de ti a años luz, técnicamente y con contactos.

-Algo de lo que se sienta orgulloso.
-Hicimos muy bien lo del traslado del Hospital Comarcal. Tuvimos la suerte de tener una institución centenaria, como era Sant Joan de Déu, que tenía posibilidades y ganas de hacer un hospital general. Y la suerte de tener el Hospital de Sant Boi, que era una referencia sanitaria en la zona. La consejera Marina Geli dijo que en lugar de reformar el antiguo hospital se hiciera uno nuevo.

-En los 20 años de concejal nunca abandonó su profesión de médico.
-No, tenía muy claro que mi oficio no era el de concejal y que esa etapa era temporal, lo que ahora se llama vocación de servicio. Si gobiernas has de pagar unos peajes, aunque sean menores, como ir a las recepciones y los actos oficiales. No me gustaban.

-Pero eso son servidumbres del cargo.
-Sí, pero hay que estar dispuesto a pagarlas. Yo lo encontraba una cosa ficticia, como tampoco me gustaban las continuas reuniones de partido para acabar decidiendo una cosa que a los dos minutos ya estaba clara. A lo mejor es que yo no servía. Siempre he puesto el ejemplo del alcalde del Prat, Lluís Tejedor, que ha estado en todos los sitios en los que se decidían cosas que podían beneficiar a su pueblo. Es un estilo de hacer política que no me gusta, pero que es necesario.

-¿Nunca se planteó Iniciativa per Catalunya en 20 años que había que renovar el cabeza de lista en Sant Boi?
-La primera vez no, ni la segunda tampoco, pero la tercera ocasión en que iba de candidato planteé el relevo y no quisieron. A la mejor hubiera sido un golpe en la línea de flotación de mi autoestima. Yo tenía una duda hamletiana de si el tiempo que estaba dedicando a la política no se lo estaba quitando a la medicina y a ser mejor profesional.

-En 1979 las carencias eran enormes en cualquier ciudad de la comarca y estaba todo por hacer. ¿Qué hubiera hecho distinto el PSUC?
-Visto con perspectiva, creo que nada. Quizás haber escuchado un poco más a la población. Todos los cargos que habían estado en las luchas vecinales pasaron luego a las instituciones y se convirtieron en los principales enemigos de las entidades.
Eso nos hizo mucho daño. Había tantas cosas por hacer que no debía ser tan fácil dedicarse a la lucha vecinal. Nosotros siempre enarbolábamos la bandera de la participación ciudadana. Quizás eso también venía dado por el tipo de alcalde que teníamos, que era bastante autoritario, pero los resultados electorales nunca nos dieron la razón.

-¿Cuál fue vuestro techo electoral?
-Llegamos a tener siete concejales. Fue la época en la que hubo un conflicto con el casal de Marianao y la instalación de un centro de atención a drogodependientes. Eso generó mucha lucha social y creo que sacamos siete concejales por oposición a la postura del PSC, no porque vieran muchos valores en nosotros.

-Al inicio de su época de concejal ya se produjo la crisis del PSUC. ¿Qué recuerdo le queda?
-Fue muy duro. Yo participé en el IV congreso en el que salió elegido secretario general Gregorio López Raimundo y presidente Antoni Gutiérrez Díaz. El que dio la pelea por serlo fue Jordi Solé Tura, ya se vio que aquello tenía mala pinta y el V congreso fue el desastre.
Con el tiempo aún me recrimino que fuésemos capaces de pelearnos por Afganistán y hasta hace cuatro días hemos mantenido una ambigüedad maravillosa sobre la independencia. Algo que estaba a miles de kilómetros nos llevó a la división y la ruptura del PSUC, el partido que fue el mayor luchador antifranquista y que mejor entendió la integración para hacer “un sol país”. Aquello fue bestial desde el punto de vista personal porque con algunos militantes con los que habías ido a enganchar carteles acabas por no hablarte y con otros se llegó incluso a las manos. III

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