Ser inteligente no está de moda. Da miedo la ausencia de esa cualidad humana en la cúpula que nos gobierna, cuando los que mandan se supone que deberían integrar nuestra élite en el mejor sentido de la palabra.
Para compensar, se les llena la boca cuando hablan de convertir los municipios en entes inteligentes. Somos un país de prédicas y de predicadores. Otros confunden la inteligencia con vigilar a los ciudadanos. En Torrelles, por ejemplo, van a poner un chip para controlar lo que tiran los vecinos a la basura. Gran hermano va a entrar en casa.
Cuando resta algo más de un año para las elecciones locales, un tiempo en que las obras nos van a invadir por doquier, especialmente en los municipios donde las alcaldías están en juego, los ciudadanos debemos preguntarnos: ¿tenemos políticos preparados más allá del pastoreo de la población proveedora de votos? Vivimos tiempos de mudanzas y vale la pena recordar lo que dijo Keynes: “Lo importante para un gobierno no es hacer cosas que hacen los individuos y hacerlas un poco mejor o un poco peor, más o menos bien, sino hacer cosas que no se hacen en absoluto”.
El concepto de ciudad sabia es más interesante que el de ciudad inteligente. El profesor emérito de la UPC, Jaume Barceló, defiende la sabiduría de la ciudad por encima de su inteligencia (Smart). Máxime porque la palabra sabiduría en inglés (wise) también responde al acrónimo welness (bienestar), integradora, Smart (inteligente) y ecológica. De modo que hablar de inteligencia urbana no se limita a lo artificial, porque no solo supone desplegar automatismos y monitorizar, aunque sean imprescindibles para avanzar. De lo que se trata es de humanizar las ciudades para transformar su vida mediante la colaboración frente a la jerarquía actual.
La metrópoli sabia debe ser un reactor con todas las capacidades de creación humana. La administración de proximidad, que es gerencial, debe dar por tanto un salto de gestión extraordinario. ¿Tenemos la cultura política para abordar la ciudad sabia o seguimos en las ciudades barricadas decimonónicas? Está claro que tenemos capacidades para desarrollar proyectos inteligentes. El área metropolitana barcelonesa es un ecosistema social y político listo, pero nuestros gobernantes deben dedicarse a hacer cosas que no se hacen. La verdadera metrópoli sabia es la saludable en calidad de vida, colaborativa y cooperativa, donde se desarrolle la economía circular hacia la ecología circular, poniendo énfasis en los ciudadanos.
Inteligencia Artificial y 5G
Entre tanto, la tecnología seguirá su avance vertiginoso y la Inteligencia Artificial (IA) y el 5G redefinirán el concepto de “Smartphone” en los próximos tres a cinco años. Este ‘smarter phone’ se diferenciará de los dispositivos actuales principalmente en dos aspectos: el auge de las interfaces por voz, que convivirán con las táctiles o incluso funcionarán solas, y el fin del uso de apps tal y como lo conocemos. Los dispositivos inteligentes, incluido nuestros móviles, van a ser el vehículo a través de los que se produzca el impacto más importante de la IA en las compañías de telecomunicaciones, medios y tecnología. Su llegada conlleva cambios muy importantes para los usuarios y abrirá importantes debates éticos y regulatorios sobre su privacidad. Pero también impactará en toda la cadena de valor de estas empresas: fabricantes, distribuidores, creadores de contenido o desarrolladores.
L’Hospitalet y los municipios del Baix Llobregat contribuyen de forma decisiva a la grandeza de Barcelona. Nuestras poblaciones ya no son periféricas, puesto que hemos logrado la generación de nuevos ejes metropolitanos que amplifican la potencia capitalina. Reivindico desde aquí el rol de nuestra área metropolitana como capital innovadora y plural, que al tiempo debe ser garante de la confianza empresarial.
Mi reivindicación comienza poniendo en valor el rol histórico de vanguardia tecnológica y de modernidad española que históricamente ha jugado la capital catalana. El economista y ex político Ramón Tamames llega a decir en su última edición del libro “¿Adónde vas Cataluña?” que podríamos haber sido los dueños de España si nuestras autoridades autonómicas no hubieran optado por irse. Pero todavía queda esperanza de que Cataluña, de nuevo, lidere los grandes proyectos económicos en España si los ciudadanos del área metropolitana de Barcelona nos lo proponemos.
Me atrevo a afirmar que existe un amplio consenso en que necesitamos que el área metropolitana barcelonesa siga siendo lo que ha sido hasta ahora: una marca de vanguardia en innovación, diversidad e ingenio. Porque Cataluña y España necesitan intacta la capacidad de seducción de la marca Barcelona, deslumbrante a los ojos del mundo, que le reconoce un progreso expansivo y mestizo, del que podemos presumir sin complejos.
Comparto con Luca de Meo, presidente de Seat, la visión de un futuro con un mayor protagonismo de la innovación, la empresa y la tecnología en nuestra área metropolitana. Y eso no solo significa “negocios”, porque también supone una mejor comunidad, con mayores oportunidades para todos y, en definitiva, con mayor capacidad para preparar a los ciudadanos de cara al futuro. Pero esas grandes posibilidades solo se manifestarán como fruto de la colaboración y como resultado de la unión de los esfuerzos de muchos. Isaac Newton lo dejó dicho: “La unidad es la variedad, y la variedad en la unidad es la ley suprema del Universo”.
Plan Cerdà 4.0
Los autores de Avenida Futuro, un laboratorio de ideas generado por representantes de medio centenar de empresas en el que también participan miembros de entidades y de las administraciones locales barcelonesas, defienden la idea de que Barcelona y su área metropolitana se convierta en una de las capitales mundiales de la innovación.
Para lograrlo, identifican tres estrategias: implicar a los ciudadanos para que haya oportunidades de desarrollo para todos, tejer una tupida red porque las soluciones del futuro no estarán en manos de unas pocas grandes empresas, sino que necesitarán la contribución de muchas organizaciones públicas y privadas, de diferentes tamaños, mucho más ahora que en el pasado; y por último tener una Start-up Strategy para que las ideas del futuro se desarrollen en un lugar que facilite más las primeras etapas de las nuevas empresas.
El motor de la iniciativa ha sido Luca de Meo, de Seat, compañía que también ha editado un libro resumen de las reflexiones a que se ha llegado para explorar el gran potencial de la metrópoli a la que pertenecemos.
Un potencial que no siempre encuentra las vías adecuadas para desarrollarse y que suele enfocarse localmente de una forma solitaria, sin un relato y visión de conjunto de toda el área metropolitana. Necesitamos un “plan Cerdà 4.0” que, a diferencia del proyecto urbanístico sobre el que se construyó la Barcelona moderna, no surja a partir de la creación de un visionario sino de las aportaciones de los propios ciudadanos, fundamentales para que nuestra área metropolitana se convierta en el siglo XXI en lo que fue la Florencia de los Médici en el renacimiento: la capital mundial de la creatividad y la sabiduría más allá de cualquier artificio inteligente. III