Marta López (21 años) y José Manuel González (60), trabajadores de Seat Martorell, charlan con El Llobregat sobre el pasado y el futuro de la planta. Ambos comenzaron su singladura en la empresa en la Escuela de Aprendices, el centro que nutre de empleados la planta.
“Estoy orgullosa de trabajar aquí. Cuando me preguntan yo respondo que trabajo en SEAT, no tengo ningún problema en decirlo”. Son palabras de Marta López, una chica de 21 años que entró en la fábrica de Martorell hace algo más de medio año. Lo dice segura, dando un suave golpe en la mesa, marcando cada una de las palabras. Lleva poco más de seis meses trabajando en la empresa, después de su paso por la Escuela de Aprendices. Su entusiasmo es contagioso y va más allá de la novedad por haber encontrado, a tan temprana edad y en medio de una tormenta perfecta de precariedad y salarios pésimos, un trabajo estable.
A su lado la mira José Manuel González, de 60 años y en nómina desde 1976. “Llevo toda mi vida aquí trabajando”, rememora. No es una afirmación baladí, ya que se vinculó a SEAT a los 15 años, cuando también entró en la Escuela de Aprendices. Dos personas, cuarenta años de diferencia, pero muchos puntos en común y vivencias similares que comparten con nosotros en una agradable charla, precisamente cuando la planta de SEAT ha cumplido 25 años de historia.
El primer día
Pese a las buenas palabras, siempre hay unos inicios en los que cuesta, nunca mejor dicho, arrancar. Les preguntamos si recuerdan algo de su primer día. En el caso de Marta es más fácil, dada la edad y antigüedad. “El primer día simplemente nos dijeron que fuéramos al Taller 5 y tú entras allí, te sitúan y te dan un montón de información”, recuerda Marta, además de narrar que ese mismo primer día tuvo que gestionar una avería en el preciso momento que el responsable de ese puesto había salido.
A José Manuel su puesta de largo le queda lejos, pero se reconoce en las palabras de Marta. “Yo era tornero y nos daban piezas para fabricar, y al final del día tenías que justificar el tiempo utilizado para hacerlas”, explica. “Al principio, acostumbrado a los tempos laxos de la escuela, no podía salir de la máquina”, reconoce. Pero con el tiempo, la situación fue cambiando. “A lo mejor ya podía salir a tomar un café”, bromea.
Salto generacional
Pese a que les separan más de 40 años, esta situación no es algo inusual en la planta de Martorell. “Donde estoy yo, menos un par, la mayoría podrían ser mi padre o mi madre”, reconoce Marta, que en un principio sintió un cierto paternalismo hacia ella por su edad. Un hecho, no obstante, que ya ha pasado a mejor vida. Pero sea como sea, la experiencia es un punto. “Aprendí muchísimo cuando entré, había gente experimentada con muchos años”, responde José Manuel.
“No te pongas metas”
Ambos trabajadores de SEAT comparten su paso por la Escuela de Aprendices. Marta acaba de salir, pero José Manuel la anima a seguir formándose. “No te pongas metas, llega hasta donde puedas, y siempre haciendo algo que te guste”. Consejos de un antiguo aprendiz que ahora pasea por los talleres como Pedro por su casa. Damos una vuelta con él y con Marta por la planta y la cadena de producción, y cada pocos pasos alguien le saluda. Marta, por su parte, recoge el guante e interioriza el mensaje, si es que no lo tenía ya interiorizado. “Hay gente que está bien y que no cambia de puesto, pero has de mirar a largo plazo”, apostilla.
Cambios que, al fin y al cabo, nos hacen avanzar, afirma un servidor. “Es que es muy difícil que una persona pueda prosperar si se queda en el mismo sitio”, asevera José Manuel, y se pone a él mismo como ejemplo: entró de tornero y seis años después, puesto que “la evolución del aprendizaje disminuye”, cambió de puesto para continuar con su formación. “Esto es un consejo que le doy a ella: es muy difícil que una persona pueda prosperar si se queda en el mismo sitio”, concluye.
Rompiendo un tópico
Un espíritu que, paralelamente, ha hecho avanzar a la empresa. “A nivel productivo y humano ha mejorado muchísimo desde que entré yo”, reconoce José Manuel, que pone énfasis en la mejora de la calidad y la búsqueda de la “excelencia”. “Nos hemos conseguido quitar el sambenito de que somos chapuceros”. Una constatación importante que nos recuerda que, en otro tiempo, los chistes sobre SEAT estaban a la orden del día.
Bromas y sorna que han quedado atrás. Y una buena manera de comprobarlo es darse una vuelta por cualquier cadena de montaje de la planta y ver la tecnología robótica usada. Pero que los árboles no nos impidan ver el bosque. Habrá cambiado la tecnología –y mucho-, pero las historias humanas siguen siendo las mismas. Ayer fue José Manuel, Antonio o Gabriel, hoy Marta, Cristina o Marc. La rueda no deja de rodar, ni aquí ni en ningún otro lugar. Y que siga así.