No puede negársele al último President un tono y aspecto curil. Cataluña tiene una larga tradición de clérigos políticos: Balmes, Torras y Bages, Escarré.
Con la hostil cesura republicana de la guerra civil, y su recuperación con la dictadura y transición de los : Xirinachs, Dalmau, Llimona, Bigorda, Ballarín… Y ahora el toque feminista de las monjas Caram y Forcades… Todos han gozado de respeto y fama aún siendo la sociedad catalana ya descreída; aunque hubiera curas obreros y jesuitas progresistas. El poder eclesial merma, aún a pesar de los intereses en hospitales, colegios, universidades, servicios asistenciales, patrimonio artístico y bienes raíces. Se habla de nuevo Concordato, pero la huella eclesial perdurará.
Los expertos saben que en las sociedades avanzadas se produce un repliegue de lo religioso a la esfera privada. Porque la mezcla de ambas es peligrosa, ahí tenemos el Islam.
Pero en la actual Cataluña no son ya posibles un Luther King o un Ian Pasley , por ejemplo y entre los escasos evangélicos no se dan fenómenos populistas como en América.
Tal vez, tras una tradición masónica de Presidents llega la nueva alternancia de Presidents confesionales: Torra lo es como lo fueron Pujol y Mas. Y más allá de devociones privadas, es preciso remarcar que el seglar sigue su creencia de manera subjetiva y libre, también contradictoria. Torra, exalumno jesuita puede admirar a los polémicos hermanos Badía y su cruzada anti FAI, e ir a misa en Sarriá y defender la desobediencia civil. Todo normal para él, y ser el primer President que pide un libro personalmente al bibliotecario del Parlament; ser educado, irónico y presumir de lecturas e incluso de idiomas. Pero también levantar el índice, señalar a los contrarios y amenazar con disturbios -un burgués en cólera parlamentaria-, que olvida la frase de Goethe “prefiero la injusticia al desorden” y sigue así los desvíos legales que acaban con la huida de empresas y de las inversiones de riesgo a otros lugares.
A muchos nos gustaría que mirará el saldo de la caja registradora y no se excusará a la “española”, porque el déficit catalán no es tan solo fiscal; es de las oportunidades perdidas en esta dura liga “intercitys” mundial donde abundan las marrullerías y el juego sucio y esto es lo que nos hace considerar a Torra candoroso, porque gobernar, en oposición al Estado, con la mitad de la población y recibiendo mandatos de Bruselas, más el diario gobierno y una mínima previsión a 100 días vista: es imposible.
Puede que este sea el problema social de fondo, abandonada la religión, nos trastocamos con una nueva creencia populista, de encendidos fieles y nuevos oficiantes que no precisan alzacuello. Son los convocantes de actos de masas en fechas rituales. Es poco capital, para un gobernante laico, libre de ataduras y mínimamente eficaz.