Un reciente estudio de la Asociación de Internautas revela que alrededor de dos terceras partes de los usuarios de Internet no distinguen un rumor de una noticia.
Las características fundamentales de una noticia, verificación de la información, comprobación y contraste de datos se encuentran ausentes en un elevado porcentaje de páginas en el ciberespacio.
A pesar de factores presentes en la información consultada como la identificación de la fuente, la confianza en el medio escogido, la incorporación de datos sobre un estudio y la inclusión de archivos multimedia, en multitud de ocasiones resulta complicado diferenciar la noticia del rumor.Los principales canales de difusión del rumor son los foros y el correo electrónico, seguidos a distancia por el spam.
La difusión del bulo genera alarma social y puede permitir, entre otros efectos nocivos, mejorar o empeorar la imagen de las marcas, generar bases de datos, influir en el valor accionarial de las empresas o transmitir virus.
Asimismo, el enorme potencial manipulador de los rumores, según diferentes estudios, determina que la opinión de las personas está condicionada por la percepción del mundo que tienen los otros; es decir, los rumores transmiten con mucha eficacia la información de carácter social.
La transmisión de bulos en Internet constituye el principal caldo de cultivo de los lamentables casos de pederastia que con excesiva frecuencia transmiten los medios de comunicación.
Los riesgos de Internet van en aumento y los menores son los más vulnerables. El uso inoportuno de la Red a menudo experimenta la transformación de un juego o afición a un problema si los niños caen en uno de los múltiples peligros que acechan.
Para los educadores, el riesgo de sufrir el ataque por parte de un pederasta es, sin duda, el más grave de cuantos pueden afectar a un niño o un adolescente que hace uso de Internet, pero la solución a estos problemas no consiste en prohibir el uso de la Red.
En este sentido, la formación del menor, la supervisión por parte de padres y tutores y la utilización de las herramientas de seguridad adecuadas, constituyen las medidas más eficaces en las que debe apoyarse cualquier política destinada a proteger a los menores en sus conexiones a Internet.
Los padres, desde su labor educadora, deben fomentar el diálogo con sus hijos y al igual que se interesan por sus amistades, han de aplicar la misma política en cuanto al acceso a Internet. Una de las formas más eficaces para que los menores tomen conciencia de los peligros ocultos en la Red consiste en mostrarles los efectos perniciosos que puedan comportar una conducta de riesgo.
Por otra parte, el uso de las nuevas tecnologías en el ámbito escolar determina una responsabilidad adicional de los profesores en su tarea educativa. Para desarrollar esa función de consejeros, los educadores deben conocer el medio y, por ello, un paso muy importante es informarse sobre las herramientas que la web ofrece a los menores, los peligros de las mismas y la forma de evitarlos.
Además, otro aspecto importante consiste en establecer reglas sobre el uso de Internet, mediante la disposición de normas bien definidas que regulen aspectos como el horario, tiempo de conexión y forma de uso de Internet. No obstante, dichas premisas no surtirán los efectos deseados si los padres desatienden la vigilancia de su cumplimiento.
Los menores desconocen la repercusión que puede tener ofrecer sus datos personales a través de Internet. Para evitarlo, se recomienda el uso de seudónimos o nicks en los foros a los que se conectan y la creación de contraseñas seguras que impidan a los ciberdelincuentes acceder a sus cuentas de correo, de mensajería o similares.
Los pederastas disfrazan su apariencia real para entablar amistad con menores; por ello, debemos enseñarles a tener un espíritu crítico y a ser desconfiados, para que no realicen acciones que pongan en riesgo su intimidad y seguridad.
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