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La mirada del menestral

Por Lluis M Estruch
viernes 01 de febrero de 2019, 01:03h

El hombre tranquilo llegó puntual y solucionó los desagües y el recurrente falló eléctrico de la cocina; después, de manera serena y educada, declinó actuar en el termostato del aire acondicionado –no era su tema- y tras un repaso a los interruptores fallones, acabó explicando lo que que había hecho y anotándolo para pasarme el cargo.

Su rapidez, seguridad y claridad en la explicación me convencieron para recomendarle a familiares y amigos. Era un lampista, un fontanero, en todo caso un hombre ducho en habilidades manuales. ¿Un menestral, tal vez?

Hoy al hablar de los millones de autónomos que ejercen en el país, por su cuenta, más los falsos autónomos, los subcontratados, los freelance… estamos jugando con un concepto y una clase de nuevo creciente, pero a la que cuesta definir.

Unas amplias y castigadas clases medias urbanas existen seguro, pero nadie les llama clase menestral, la cual parece desaparecida entre los extintos gremios.

Sin embargo, los relojeros, los peluqueros, los tapiceros, los zapateros, los sastres, modistas, tintoreros, peleteros, restauradores, ebanistas, herreros, siguen existiendo y dando muestras de buen oficio; es el toque personal a la producción seriada y a menudo averiada; es el trabajo a medida o la simple reparación que nos salva un objeto.

Las escuelas de artes y oficios han derivado hacia la vertiente artística, si bien una minoría logra ejercer su oficio artesano. Existe la aún débil FP.

Ser un artesano era casi despectivo, ser un menestral era ser miembro de una clase enfrentada a la burguesía en las ciudades.

Durante siglos el reconocimiento y prestigio social no fueron a la par, había barberos que con el tiempo fueron derivando hacia el cirujano-barbero. El padre de Ramón y Cajal era este tipo de médico de segunda; como el suegro de Bécquer.

La mayor parte de los Casinos de Cataluña son en su origen lugares de sociabilidad y ocio de la clase menestral, sus nombres lo revelan a veces. Allí, entre el humo de cigarros, el billar y la lectura con comentarios de la prensa escrita, y las tertulias apasionadas; eran la asamblea ciudadana donde se manifestaban las opiniones políticas.

En el S.XIX predominó la liberal -anti carlista-; más adelante el federalismo impregnó el credo político de muchos menestrales, derivando hacia el Partido Republicano Radical, muchos de ellos. Anticlericales, republicanos y en muchos casos masones, confluían con el desposeído proletariado urbano en ocasiones.

Juan Pich y Pon (1878-1937), un modesto electricista del Partido Radical, logró ser alcalde interino en diversas ocasiones y finalmente tras ocupar cargos de importancia a nivel nacional fue alcalde de Barcelona casi un año en 1935. Pintoresco y casi analfabeto, el escándalo del “estraperlo” pudo con él y con todo el Partido Radical en Cataluña; “los jóvenes barbaros” y Lerroux se diluyeron en la Guerra Civil.

Pasaron muchos años para que un estuquista socialista Largo Caballero, fuera emulado por el electricista socialista Corcuera, como ministro del Interior.
Hoy los títulos académicos ya son una barrera para el ejercicio de la política profesional al máximo nivel; en el ámbito municipal pueden encontrarse sin embargo ejemplos de menestrales, labradores y artesanos, bajo la confusa denominación de autónomos.

Será de interés la pugna en Barcelona entre un socialista de la segunda izquierda roccardiana, Manuel Valls, el patricio nacionalista Maragall y Inmaculada Colau representante del populismo. También el área metropolitana tendrá reñidas disputas.

Muchos menestrales actuales tienen títulos y conocimientos. Sabrán elegir. Seguirán contando con el reconocimiento popular de muchos; aunque el llegar a sus citas profesionales les cueste más, por el bloqueo de los taxistas en Barcelona.

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