La puñalada
lunes 08 de abril de 2019, 12:19h
En un año electoral, nos llegará una obligada Declaración de renta, muy intrusiva, aunque con la posibilidad de marcar con una X la casilla del 0,7% dedicada a ”fines sociales” o a la “Iglesia católica”; este dilema se nos va dificultar a muchos que lo hemos asignado con dudas, a favor de la Iglesia.
No se trata de que otros credos no puedan acogerse a este beneficio, tampoco de la renovación o derogación del Concordato del 1979 muy favorecedor.
Ni del descreimiento de la sociedad española en encuesta CIS de febrero del 18 se reconoce un 22% de católicos practicantes, un 26,3% de ateos, un 1,2% anual de aumento de otras religiones y el engañoso 66,9% de los que se consideran católicos nominales. Y es ahí cuando los que se definen como librepensadores y herederos de una tradición cultural judeocristiana, empezamos a sentirnos más incómodos.
Sabemos que la Iglesia española tiene una base de inmobiliario muy importante, que su reciente proceso de nuevas inmatriculaciones es discutible por el Gobierno, que buena parte de la enseñanza concertada y entidades del tercer sector están controladas por ella o Fundaciones derivadas. Es más, creemos que los escándalos del IOR vaticano y las discutibles ventas de solares y edificios en lugares estratégicos, no le dan popularidad precisamente y sobre todo que su participación oportunista en procesos de signo político último no ha sido afortunada. Pero lo que hará temblar el pulso en el momento de marcar la X en la casilla no será esto, ni por supuesto la machacona publicidad eclesiástica para seguir confiando nuestro 0,7% a la Iglesia o incluso el de compararlo con otros países que lo mantienen con salvedades y detalles diferentes.
No será todo ello, ni tampoco el recuerdo de benévolos parientes -sacerdotes y monjas-, nada de esto solucionará nuestras dudas en el último momento -como podría ser el caso de las elecciones y unas dudas postreras, ante la urna- porque nada podrá ser comparable a la certeza probada por el Boston Globle, que dio cuenta en el 2001 de los centenares de abusos pedófilos cometidos por sacerdotes y ocultados por el cardenal B. Law, mediante traslados de los curas culpables y presiones a los denunciantes. Estos hechos investigados fueron premiados con un Pulitzer de prensa y un Oscar en 2015 al film Spotlight basada en el trabajo investigador del diario. En USA se descorrió el velo sobre una vieja plaga, los abusos sexuales a menores en Centros religiosos. Ahora con las denuncias, hay sentencias y penas de prisión hasta para el número tres del Vaticano y encargado de la reforma financiera vaticana del actual Papa, el australiano cardenal Pell, pronto en prisión.
El fenómeno se ha extendido a nivel mundial, el Papa jesuita ha fracasado en esta y otras reformas de una institución anquilosada.
Siempre con retraso, llega a España la ola de los abusos pedófilos, Maristas, Salesianos Jesuitas y hasta los Benedictinos de Montserrat de nuestra comarca tienen sólidas reclamaciones de denunciantes que explican las afectaciones que en sus vidas han tenido los excesos cometidos por sacerdotes que por vía del engaño y la intimidación les dejaron secuelas que no prescriben.
Cuando nos reunamos exalumnos de colegios de “pago” religiosos, dejaremos seguramente de hacer broma con recordados curas “tocones” y pensaremos en la necesidad urgente de que esta plaga desaparezca de una milenaria institución -la Iglesia católica- y que sus colegios no sean focos del antiguo vicio griego sobre inocentes efebos. Es lógico que a muchos nos arrastren las dudas fiscales, hasta el último momento. Cuesta recuperarse de una puñalada.