Montse Escamilla, 62 años, reside en Viladecans y tiene un origen familiar alcarreño.
Su padre participó en la construcción de pantanos, una tarea hispana que se mantuvo hasta los años 80 para regular el agua fluvial, evitar desbordes y generar energía. Ella en la cincuentena se encontró en paro, y el terreno de media hectárea de su suegra al que dedicaban escasa atención, se convirtió en más que un pasatiempo.
El terreno se inundaba, porque es un tipo de istmo rodeado de canales y aflujos de rieras. El terrateniente Guix de las marismas de la zona les vendió en 1900 este difícil terreno a la familia de su marido. Ella, tras invertir en herramientas y canalizaciones, se encontró en la necesidad, tras la perdida de dos cosechas, de aumentar la altura del suelo de cultivo. Se encargó el relleno a una empresa que Montse considera que la engañó al suministrar una mezcla de vertidos que hubo que desmenuzar y descartar con esfuerzo. Hoy su parcela inicia su despegue, no con la facilidad con que lo hacen los aviones del vecino aeropuerto, pero la cultivadora, que ha recuperado un trabajo en un geriátrico, sí cree en la rentabilidad de sus productos fundamentales: Tomates, habas y ajos.
Montse es una mujer vital, menuda y fuerte que mientras hablamos permanece en pie; reconoce que ha tenido una ayuda “por recuperación de terrenos” y una multa por una infracción menor del armario de pesticidas, que le rebajaron, tiene su cuaderno y documentos de la explotación en regla, ello la convierte en una interlocutora respetada. Nos va diciendo “lo tengo todo legal”, cumplo todas las reglas”. Uno se sorprende de que existan inspectores que se encarnicen con esta agricultora, mientras en terrenos vecinos existen huertos ilegales. Ella se extraña del rigor con el ‘legal’ y la permisividad con los que ‘okupan’ y venden productos no supervisados.
Sin embargo, uno de sus peores contratiempos, amén del agua, han sido los ataques de jabalíes a sus cultivos. Con revolcones destructivos y arrancando raíces le han arruinado productos listos para comercializar. Sabe que la superpoblación de jabalíes es nefasta para los cultivadores del Parc Agrari (ella esta fuera por 10 m) y también para los que residen en barrios de montaña y hasta de zonas céntricas, donde se les ha visto en manadas, volcando contenedores de basuras y atacando a perros y niños (Sant Vicenç, Valldoreix, Sant Cugat…). Comenta que gracias a los cazadores autorizados la invasión ha remitido. Los intereses de cazadores y agricultores suelen coincidir, máxime cuando por ejemplo los faisanes que atacan sus tomates, son una de las aves más cotizadas en el repertorio de carnes preciadas.
Montse no conoce a muchas agricultoras en la zona, piensa que hay “una llamada de la tierra” que puede ayudarte en momentos clave de tu vida y por ello anima a sus hijos a colaborar en el esfuerzo familiar que ella y su marido mantienen con fuerza.
Su terreno está en una zona marismeña fértil y dura a la vez, con el riesgo en su caso del exceso de agua (así fue el Delta del Llobregat en su origen, no olvidemos). Los dominios eclesiásticos, a los terratenientes desamortizadores, a sus marginados pobladores y el fraccionamiento de sus cultivos. En Florida, Louisiana, la Camarga, Los Fens, las Marismas del Guadalquivir y Ampurdán, también el Delta del Ebro, la Albufera y tantos otros lugares parecidos, es donde existe la alerta del cultivador: por el agua, las bestias y plagas y la creciente intervención burocrática. Montse tal vez sueñe que con tantas alcaldesas en la comarca, se decidan todas ellas a ayudar en concreto a sus escasas congéneres comarcanas que defienden lo que la FAO demuestra: que la mayoría de los cultivos siguen en manos de mujeres. Tomen nota del dato, por favor.
Cuando abandonamos su bien cultivada parcela, tropezamos con un bloqueo de carretera (sobre 15 personas y varios vehículos parados). En la vía férrea de RENFE un hombre envuelto con papel aluminio dorado se ha suicidado. Nadie hablará de ello, y se escribirá menos, será uno de tantos seres que solos y estoicos ponen fin a sus días, sin ayuda ajena. Tras esquivar el embotellamiento, pienso en el mérito y reconocimiento que debería tener el tema agrario, al que en Cataluña se dedica solo el 1% del Presupuesto. Es decir, que el sacrificio de nuestros bosques, el bloqueo Ruso a las exportaciones o el reciente acuerdo UE-Mercosur, siguen sin conmover a la clase política. Impávidos.
Houellebecq en Serotonina explica la clave y el desenlace del drama agrario francés con la UE; muchos granjeros franceses eligen el camino del suicida de Viladecans.
Atendamos a nuestros payeses que aún existen, tan pequeños y legales como Montse. III