La vida como valor supremo y su defensa
viernes 07 de febrero de 2020, 06:17h
Están surgiendo debates en temas de gran resonancia mediática. Se están generando controversias que se autoalimentan del excluyente discurso ideológico.
Las argumentaciones carecen de reflexión serena y consensuada; se convierten en la expresión más radical del “bien particular o de partido” por encima del interés general.
La moralidad de las leyes se miden por la defensa de los más desprotegidos e indefensos, de aquellas minorías que socialmente son más discriminadas; no deberían plantearse exclusivamente desde una visión reduccionista del conflicto. No creo en las legislaciones que apuestan por la erradicación de los problemas sin un previo análisis de sus motivos y de sus consecuencias.
Un ejemplo de todo este planteamiento lo encuentro en la siguiente reflexión: la defensa de la vida desde su concepción hasta el final de nuestra existencia. Desde diferentes ámbitos políticos o mediáticos se ha hecho una apuesta radical por una legislación pro-abortista y pro-eutanasia. ¿Quién defiende la vida en su máxima y digna expresión? ¿Quién propone una búsqueda para consolar, acompañar y paliar el dolor a estas víctimas, sean madres o sean pacientes terminales,…? ¿Quién protege al ser más inocente y desprotegido en el vientre de su madre? Propongamos una legislación a favor de la vida y no intentemos decidir egoístamente sobre lo más cómodo.
Somos un mundo que ha demostrado a lo largo de la historia ser capaz de generar grandes avances científicos y técnicos o, al mismo tiempo, el descubrimiento del espacio. El ser humano, con sus defectos y miserias, ha superado guerras crueles, genocidios, grandes epidemias, etc. ¿Por qué, este mundo, no se plantea de forma decidida una defensa y una apuesta por dignificar la vida? No hay vidas de primera y segunda categoría, no hay vidas que sobran, no hay vidas inútiles, no hay vidas que interesen o no políticamente, no hay vidas según la decisión de las ideologías reinantes, en fin, el aborto y la eutanasia no ayudan en esta dirección, no son triunfos sino derrotas, no son conquistas sino fracasos, no son libertad sino exclusión, etc.
Generemos una cultura de la vida, eduquemos para que el criterio fundamental sea la dignidad de todo ser humano, productivo o no, cómodo o no, sano o no, rico o no,…
“En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Evangelio de San Mateo 25,40) II