Continuamente se menciona en las noticias que le estamos dando la vuelta a lo sucedido en marzo y abril, que cómo doblegar la curva, que si hay suficientes rastreadores, los muertos y miles de parados que están generando, y voces que hablan de unas medidas y otros días las contradicen.
Respecto al confinamiento domiciliario para frenar la expansión del virus, los responsables saben que probablemente se deba tomar esa medida, pero no la adoptan por el impacto económico. Otro confinamiento sería muy duro, pero si procede que se adopte la medida lo antes posible.
Todos los indicadores apuntan a lo que parece. Estamos con unos datos muy parecidos a las primeras semanas de marzo, cerca de un segundo confinamiento que habría que evitar, pero a la velocidad que se adoptan las medidas, resulta muy difícil evitar ese segundo confinamiento.
Todavía no hemos entendido de qué va esta epidemia. Pensamos que en verano se había acabado, y era una falacia que se indicara que se había vencido al virus, pero era evidente, los modelos matemáticos no lo indicaban así.
Había recomendaciones fundamentales como incrementar los rastreos para aislar a los infectados y tener un buen protocolo, y eso no se hizo, y se ha acumulado el problema, poco a poco se han apagado brotes a base de ataques proactivos a la epidemia. Pero a la vuelta de la actividad escolar y laboral la movilidad en nuestro país no es compatible con tener una epidemia bajo control. Con lo cual, lo que se debería haber hecho es diseñar una estrategia a medio y largo plazo, y no improvisar.
Porque la transmisión de la epidemia es vía aerosoles, partículas diminutas que respiramos y exhalamos, que hacen que un entorno cerrado sea altamente peligroso con exposición a algún infectado. En el entorno escolar, las aulas de nuestro país no están preparadas para afrontar un invierno con ventilaciones cruzadas y ventanas abiertas, cuando el frío sea intenso y los contagios se produzcan de manera sistemática.
El hecho de que se realicen ahora más pruebas que en marzo es importante, pero no solo importa la incidencia, antes no había PCR, pero en los modelos epidemiológicos la incidencia pasa a la parte clínica, porque muchos de esos pacientes necesitarán hospitalización, otros UCIS y otros fallecerán. Por ello, el techo sanitario se debe marcar con claridad y eso determinará si debemos confinarnos o no. Los datos indican que nuestro sistema está al borde del colapso de nuevo, en cuanto a camas de UCI que se precisen. Asimismo, está el problema añadido de paralizar las operaciones que no sean COVID por atender casos COVID. Aun así, las UCIs necesitan un personal especializado para ofrecer el cuidado que el paciente requiere, que no se puede improvisar y el personal disponible está muy agotado después de la primera ola.
Esta epidemia se está propagando rápidamente y la mayoría de autoridades tienen conocimiento de los datos, pero la capacidad de gestión no es suficientemente flexible para ofrecer una respuesta eficaz. Existe una maquinaria administrativa y de gestión que impide la solución inmediata que se requiere. III