Hemos comenzado el 2021 meteorológicamente fuerte. Filomena ha llegado arrasando la Península Ibérica con lluvias, frío intenso, vientos y especialmente nieve. Mucha, mucha nieve. Dicen que es la mayor nevada en Madrid desde hace más de 60 años. Ha nevado casi en toda España, excepto donde yo vivo. En Barcelona ni un mísero copo que nos alegre un poquito la vida después de tanta tristeza que trajo el 2020.
A falta de nieve en las calles y saturación de ella en las redes sociales, he decidido indagar sobre ella y saber qué más ha ofrecido a lo largo de la historia además de paisajes idílicos.
Y es que es obvio que la nieve no es algo reciente en absoluto. Es más antigua que el hilo negro. Quizá lo que ha cambiado es la manera de disfrutarla o aprovecharla. Ahora la vemos como algo lúdico, nos gusta hacer muñecos de nieve, tirarnos bolas, lanzarnos en trineo o esquiar. Después está la otra cara menos divertida. La del caos que provoca dejando pueblos incomunicados, peligro en las carreteras que se convierten en pistas de patinaje y las caídas en las calles de los más temerarios. Esto último sucede porque la nieve se transforma en hielo y deja de ser divertido. Ese hielo nos complica la vida, pero desde hace muchos siglos era una bendición para nuestros antepasados.
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