La alianza mundial COVAX, creada con el objetivo de que las vacunas también lleguen a los países menos desarrollados, intenta hacerse un hueco mientras los países más ricos se pelean con las farmacéuticas por quién está recibiendo más dosis.
COVAX es una asociación mundial que combina a diferentes Gobiernos, instituciones del sector público y entidades privadas.
La Organización Mundial de la Salud considera muy complicado administrar todas las vacunas en 92 países antes de finales de 2021. Por ello, los países de bajos ingresos dependen del esfuerzo mundial para asegurar las vacunas.
Los acuerdos bilaterales entre países y empresas están poniendo en riesgo la promesa de COVAX. Efectivamente, más de medio centenar de acuerdos bilaterales sobre vacunas que fragmentan el mercado, obligan a los países a competir y provocan una subida de precios. Entretanto, los países europeos se esfuerzan por cumplir su objetivo de vacunar al 70% de la población antes del verano.
Vacunar a la población en unos pocos países, dejando el virus sin control en grandes partes del mundo, generará nuevas variantes. Cuantas más surjan, mayor será el riesgo de que el virus evolucione hasta un punto en el que las vacunas, tratamientos y pruebas dejen de ser eficaces.
Muchos expertos y activistas humanitarios presionan para que las vacunas se distribuyan de forma más equitativa, con la advertencia de que si los países en desarrollo no tienen acceso a las vacunas, esto podría causar graves problemas en el futuro.
Además, numerosas organizaciones humanitarias sugieren desarrollar un esfuerzo más justo, instando al Reino Unido y a la UE a donar dosis antes de vacunar a los adultos más jóvenes.
Pero también se trata de aumentar la producción de las vacunas e implementar las infraestructuras que garanticen la conservación y distribución de las mismas.
Una de las formas en que muchos países esperan hacerlo es presionando a las empresas farmacéuticas para que sean más transparentes y compartan información con el resto del mundo. Así, la presión sobre los países ricos para liberar las patentes de las vacunas se intensifica.
El principal argumento de quienes se oponen a esta medida consiste en asegurar que una iniciativa así desincentivaría la innovación de las farmacéuticas, que asumen riesgos que no asumirían si supieran que no van a obtener grandes beneficios con esta alternativa.
En definitiva, se dispone de unas farmacéuticas que se niegan a compartir información, unos países ricos que las apoyan, un fondo Covax que aspira solo a inmunizar al 30% de la población del mundo para finales de año, unos países menos desarrollados que no recibirán ni un vial hasta 2022, y un virus que puede seguir mutando y volver más fuerte e invulnerable a la vacuna hacia los países que se negaron a liberar las patentes. III