A principios de marzo 2020, justo diez días antes de que se decretara el primer estado de alarma por la pandemia del coronavirus, el Pleno Municipal de El Prat de Llobregat aprobaba una declaración institucional en defensa del equilibrio territorial del Delta del Llobregat y de rechazo a la propuesta de destruir los espacios protegidos de La Ricarda, para ampliar la tercera pista del aeropuerto, que defendía el presidente de AENA, Maurici Lucena, que lo consideraba clave para los planes de inversión en Barcelona.
Maurici Lucena, el mismo que luego volvió a la actualidad mediática cuando Salvador Illa anunció que sería su vicepresidente económico en caso de ser investido President de la Generalitat y, a estas alturas, parece evidente que ni tan siquiera se va a poder presentar a pesar de que hizo de esto un tema recurrente en la campaña electoral.
La ampliación del aeropuerto es uno de los debates políticos que ha sido sepultado por la dramática realidad impuesta por la pandemia. No solo las urgencias ocasionadas por la pandemia nos han hecho relegar otras cuestiones, sino que ha fulminado las expectativas y previsiones que teníamos todos. El tráfico aéreo mundial ha caído en picado y es difícil anticipar cuándo y cómo se va a recuperar. No sabemos cómo va a salir de la pandemia nuestro hasta el momento boyante sector turístico. Nuestras capacidades y prioridades de inversión han sido totalmente alteradas. Sánchez ya está anunciando “restricciones presupuestarias” que suenan a eufemismo de recortes. Todos estamos expectantes de unos fondos europeos que están a merced de las reformas estructurales que reclaman nuestros socios y que el Gobierno de España no hace más que postergar, preocupado más en dar solo buenas noticias que en gestionar los tiempos difíciles cargados de incertidumbre que nos ha tocado vivir. Ojalá podamos volver pronto a tiempos de estabilidad y prosperidad en los que los debates públicos sean la articulación de las inversiones con la preservación del medio ambiente. III