Vivimos en tiempos de pandemia, con restricciones y limitaciones que duran ya más de un año, y que han supuesto un fuerte varapalo para el turismo en general, y por tanto, también para el tráfico aéreo.
Pero este paréntesis de disminución de pasajeros y de aviones, recuperará poco a poco la normalidad, y con ello, volverá a notarse el impacto acústico y medioambiental que tienen centenares de vuelos sobrevolando a miles de vecinos de Castelldefels y Gavà.
Y es que, por un lado, está claro que el Aeropuerto es un potente motor económico creador de empleo y riqueza, pieza clave en el desarrollo del Área Metropolitana de Barcelona, pero somos muchos los que defendemos que economía y salud no tienen porque estar reñidos. Todo lo contrario, pueden ir de la mano.
El diseño y construcción de la tercera pista tubo en su día una gran oposición vecinal porque condenaba a una parte del territorio a soportar el ruido y la contaminación. Existían otras alternativas pero no se atendieron en su momento.
Ahora se vuelve a abrir el debate. ¿Por qué no podemos trabajar en red con los otros aeropuertos que hay en Cataluña y aprovechar la alta velocidad para conectarlos con Barcelona? ¿No sería más lógico aprovechar lo que tenemos?
Londres, por ejemplo, posee diferentes aeropuertos que se encuentran a bastante distancia de la capital, pero que tienen una buena conexión ferroviaria y por autobús con la metrópoli. Aquí podríamos hacer lo mismo, con el aeropuerto de Reus y el de Girona, aprovechando el paso del AVE, y trabajar en una intermodalidad que permita llegar desde ambos aeropuertos en poco tiempo al centro de Barcelona. Ganaría el conjunto del territorio y se crearían oportunidades, sin tener que concentrar todo el tráfico aéreo en el mismo punto.
Sin embargo, todo apunta a que AENA dirigida por el gobierno de Sánchez, y muchos de los municipios metropolitanos gobernados por los mismos tienen otras prioridades, y lejos de buscar el consenso se practica la política de hechos consumados. III