Ahí están unos datos que abruman, en especial a los ganaderos, afectados por los efectos de la guerra, dado que ambos bandos bloquean la exportación de cereales. Una grave crisis. Tal vez una lectura, juvenil en mi caso, de “Taras Bulba” nos valga para entender el inicio del problema actual. Hay quien habla de los vikingos varegos y el Rus de Kiev, primer estado ruso en el siglo IX; Putin lo ha evocado. Necesita a Ucrania, supeditada de buen grado o a la fuerza.
“Taras Bulba” (1835) de Cogol, autor ruso-ucraniano, es un relato romántico que nos habla de los cosacos zapórogos, tan aguerridos y libres en un país de siervos, ocupado por tártaros, turcos y polacos. Las cabalgadas de Taras, un caudillo cosaco y sus dos hijos, sus luchas, pactos, las traiciones y los castigos que reciben, son la base de un relato que sufrió censura y pugna idiomática entre afines; tras la Revolución un cierto olvido por loar a los cosacos, fieles al Zar. La novela breve con dos versiones, es de fácil lectura, y en la versión fílmica con el ruso Yul Brinner, se refuerza visualmente el relato.
La Ucrania post-comunista ha sufrido cambios: una gran corrupción, presidentes pro y anti-rusos, separatismo y luchas en el Este, derribos de aviones civiles y la anexión rusa de Crimea; también muchos españoles visitaban el país para encargar maternidades subrogadas, por cifras asequibles. Dicen los “opinólogos” que las gentes del Este aguantan mucho. Son hechos: Ucrania, encaja desde hambrunas stalinistas (1931-32) con 5 millones de muertos; un “Babi- Yar” (1941) con 33.371 judíos muertos, en días, hasta un total de 1,6 millones de judíos muertos. Y por supuesto “sus” muertos, entre los 27 millones de muertos soviéticos de la II GM contra Alemania y entre los 20 millones de deportados a los “gulags” soviéticos. Muchos millones de muertos, con un claro desequilibrio femenino (4 millones) a favor, por ello. Son datos que explican el éxodo último (3 millones) a Occidente de niños y mujeres.
Lo trágico casa también con los hijos de Taras, uno muere traidor a manos del padre; el otro descoyuntado por los polacos, y el propio Taras quemado vivo. Hay mucho antisemitismo y los polacos, turcos y tártaros, son despreciados.
Pero ahora un judío, Volodimir Zelenski, que lo es por las 4 ramas: casado con una judía, es el símbolo de la eficaz resistencia ucraniana; se le quiere, y de ser un cómico, una gran mayoría le convirtió en presidente en plena crisis con Rusia. Da la talla, resiste y da ejemplo. El conflicto acabará con un coste enorme, el rencor durará años, pero aún así desearía como muchos que este líder no acabará ejecutado por “cazadores chechenos” o tiradores sirios; y mucho menos, en manos de la nueva “Cheka” rusa, o envenenado con polonio o en un lejano “Gulag” siberiano.
Le deseo vivo y entero, leyendo “Taras Bulba” a sus hijos pequeños en casa.