Amor del Álamo nació en el barrio de Sant Martí de Provensals de Barcelona, y se trasladó a los 21 años a la Plaza Cataluña de Sant Boi; a una explanada de tierra sin urbanizar, con un quiosco que sigue en un extremo. Una pobre foto para alguien que también oyó comentarios desanimadores de la propia parentela sobre su elección samboyana. Aun así, la disponibilidad inmediata de un piso de su suegra disipó las dudas.
Ya con toda tu experiencia acumulada de traslados diversos y largas residencias en Sant Boi, y los 40 años de Ayuntamientos democráticos, ¿Sant Martí, tu barrio, está mejor o peor que Sant Boi?
Mira, creo que los suburbios de Barcelona se parecen a Sant Boi: una ciudad suburbana del primer anillo metropolitano con un crecimiento desordenado de 1950 al 1970, como también fue el caso de la Barcelona de Porcioles. Ahora bien, si comparo estrictamente ambas realidades urbanísticas, salen ganando los suburbios barceloneses. Concretamente Sant Martí, mi barrio, ha mejorado notablemente. Sant Boi tiene graves asignaturas pendientes: una es el cuartel que obstaculiza a tres barrios, y otra el mejorar la conexión con la Cooperativa. Son dos temas claves que, desde la Unión de Asociaciones de Vecinos de Sant Boi, seguimos presionando para solucionarlos, conjuntamente con los partidos políticos opositores que lo recuerdan con frecuencia.
Tu mismo nombre, Amor, evoca una posible raíz anarquista ¿Puedes hablarnos de tu ambiente familiar, tus primeros años en el barrio, tus primeros trabajos y experiencias sociales en un período de gobierno autoritario y desarrollismo económico, los años 60 en especial?
Mi padre fue un hombre de raíz anarquista. Mejor diría cenetista, de ascendencia soriana, muy activo en el sector de la joyería y relojería como representante, y a la vez sindicalista de la corriente cincopuntista, que dimana del olvidado líder Ángel Pestaña. Fue un activista muy apreciado, su funeral fue muy concurrido, tengo un gran recuerdo de él.
En la familia éramos mi madre, de raíz catalana, a la que cuido ahora; y mi hermano, en un barrio como Sant Marti, con carencias, pero de una tradición obrera ilustrada. Mi madre siempre tuvo una gran prestancia y buena salud que le permite estar lúcida a sus 90 años y, a pesar de sus achaques últimos, mantener una entereza que me asombra.
Vale la pena decir que tanto yo como mi pareja hemos cuidado a nuestros mayores personalmente, aceptando los inconvenientes de estas dependencias. También -sonríe- Paco y yo llevamos muchos años casados, entre muchos coetáneos nuestros que han deshecho y rehecho sus uniones. Fui madre muy joven y Violeta, mi hija, es maestra y reside en Irlanda, un fenómeno bastante común en toda una generación de jóvenes altamente cualificados que nos han dejado en pos de mejoras de todo tipo y reconocimiento.
¿Cuáles son tus primeras experiencias laborales y tus estudios?
Hice el bachiller superior con preferencia por las letras. Me hubiera gustado ser maestra, pero me faltaron ganas en aquel momento juvenil y, como a muchos, dada la abundancia de trabajos que existía, me inicié como administrativa en la famosa agencia de Publicidad de Víctor Sagi, situada en la, por entonces, era la calle de moda: la Tuset. Para muchos esnobs del momento: Tuset street, donde se rodaban spots, films y tenía numerosas tiendas de moda, con dos Galerías comerciales y discotecas. En fin, este ambiente propio de la gauche divine tan añorada por intelectuales y estetas.
Tras casi un lustro en la empresa la dejé y, a través de mi padre, fui contratada por el prestigioso pedagogo de la Escuela Libre de Ferrer i Guardia, Félix Carrasquer Launed, un hombre invidente y autodidacta que, tras muchos oficios y aventuras, se radicó en Sants y montó una Academia libre en la que yo trabajé como transcriptora y lectora, puesto que Félix era invidente. Y, aun así, desde su Aragón natal, Barcelona y Francia participó en la oposición a Franco, de manera abierta y altruista. Son hombres de una pieza a los que ahora se ha olvidado interesadamente: muchos pensamos que eran “santos laicos”, tal vez vegetarianos y esperantistas algunos; llenos de íntegra austeridad casi todos. Con él trabajé varios años y, por supuesto, frecuentaba ambientes ácratas donde conocí a veteranos y, con las inquietudes propias de la época, trabé conocimiento con Paco, quien provenía de una corriente afín.
No siempre has vivido en Sant Boi, me parece haber coincidido contigo en un vuelo a Sant Sebastián, de traslado tuyo al País Vasco
Así es, mi marido, transitario de transportes, recibió una oferta para trasladarse a la zona vasca para activar cargas en la aduana de Hendaya. Tuvimos la fortuna de vivir en Fuenterrabía, un pueblo que está considerado uno de los más bellos de España. Vivíamos cerca del mar, mi hija fue a una ikastola y fuimos aceptados por los locales sin reticencias, a pesar del ambiente terrorista y teniendo en cuenta que es una población netamente abertzale. Vale la pena evocar las ventajas del régimen foral en detalles de calidad de vida que cuando te vas añoras. Allá fuimos felices, pero el final de la Cia Mateu nos llevó otra vez a Sant Boi a empezar casi de nuevo.
¿Recordarás que me preguntasteis por un colegio de línea progresista de Sant Boi y os indiqué la Cooperativa Barrufet?
Como pudimos comprobar, la Barrufet era la que ligaba más con nuestra experiencia pedagógica y social de la “ikastola” vasca. Violeta se adaptó bien, y nosotros reiniciamos una red de amistades y contactos a los que el traslado al País Vasco puso en reserva. Como prueba de que estábamos en la línea progresista de la ciudad de Sant Boi, habíamos comprado una participación en la Cooperativa de Pere Pugés en Can Carreras, tan envuelta en problemas durante su construcción. Al irnos habíamos vendido nuestra reserva, aunque allá viven muchos amigos y conocidos de la progresía local. Por cierto, ahora se prepara la fase 2 de Can Carreras, también envuelta en polémicas. En este ambiente conocí a Montserrat Gibert, y con ella me introduje en su equipo municipal.
La alcaldesa Gibert hizo historia, fue la primera mujer con la vara municipal ¿Mérito del feminismo o tendencia a la moda?
Nuestro origen izquierdista común, anarquista, troskista, etc… de muchos de nosotros, nos llevó al posibilismo socialista. El equipo tenía bastantes mujeres politizadas de antiguo. Yo me encargué de la concejalía de Cooperación y Solidaridad y en estos cartapacios transversales que ahora se estilan mucho, me correspondía el ocuparme de las mujeres samboyanas, asociadas y no, para ir mejorando su situación, entonces un tanto precaria. Vale decir que tratamos a las mujeres magrebíes de El-Farah, una asociación asistencial para que sus diferencias se acortaran respecto al feminismo local. Son temas que deberían mejorar, pero que una concejala política sin plena dedicación, como es mi caso, confía en sus técnicos para iniciarlos, que deben tener continuidad. (La entrevistada confirma lo que muchos exconcejales afirman, contra los técnicos es difícil imponer los criterios personales: ellos siempre ganarán la partida).
También seguí con la ayuda a Sant Miguelito iniciada por Santiago Vidal. Visité la ciudad que hay junto al lago, una mezcla tropical de dejadez y pobreza. Allá la obra del alcantarillado, hecha por Arasa, aparejador municipal, fue un avance sanitario, pero comprobé que el desagüe al lago creaba un problema ecológico al hábitat lacustre. En Marianao se empezó con buen ánimo, pero hubo problemas con el mando de este suburbio habanero.
¿De qué te sientes más satisfecha y más defraudada de tus ocho años de concejala socialista?
Me siento satisfecha de haber puesto a punto la casona de Can Jordana que, tras problemas con un arrendatario, se vendió y rehabilitó a gusto de sus expropietarios, quienes la visitaron complacidos y no tuvieron inconveniente en que se mantuviera el nombre de un lugar de reuniones del incipiente escultismo cristiano local. Padre e hijos, excepto uno, aprobaron la reconversión. Allí inicié con el programa CAID del Ayto. de Hospitalet, nuestra primera actividad feminista de ámbito municipal con la jefa técnica Lluïsa Moret, la actual alcaldesa. También se acordó con la ONCE montar una lavandería a cargo de disminuidos -fructificó- aunque con los escasos 8 años al mando no la inauguré yo.
Entre los asuntos ingratos, tal vez el soportar una campaña contra un centro de asistencia a drogadictos, y ¿cómo no? La fiesta con paellada para celebrar el traslado del cuartel que no se produjo al final. Pienso que sigue aún en punto muerto.
Hoy, Amor del Álamo recuerda como una de sus más grandes experiencias vitales sus 8 años de mandato. Ella piensa que deberían ser 14 años no prorrogables; considera la retribución adecuada y ella siempre, con esta inquietud de activista, se centra en sus campañas desde la Asociación de Vecinos, sin relevo generacional, e intervenciones en Plenos, reuniones con “Bon viure” y también en la ANC. Ahora, el primer mandato feminista ha dado paso al segundo mandato feminista con una técnica del tema, Lluïsa Moret, alcaldesa, vicepresidenta de la DIBA y 2ª del PSC. Pas mal.