“En peligro de extinción” rezaba a toda página un titular de portada que advertía de que, si no se ponía remedio inmediato, lo peor estaba todavía por llegar. Y es que los técnicos medioambientales llevaban un tiempo observando como se expandía el fenómeno de la regresión del litoral y a la vez pidiendo exactamente las mismas medidas estructurales que ahora reclaman el alcalde de El Prat, Lluís Mijoler, y la alcaldesa de Gavà, Gemma Badia, Como en la crónica de una muerte anunciada, que diría Gabriel García Márquez.
El azote de la tormenta Celia este mes de marzo y la aparente falta de reacción de las administraciones responsables han dejado las playas metropolitanas con las vergüenzas al aire (y sin arena), haciendo buenos los malos pronósticos. “Las playas del Delta, uno de los principales activos del Baix Llobregat, pueden tener fecha de caducidad si no se ponen medidas de inmediato”, se advertía en el reportaje de hace dos años.
Juan Ramon Lucena, técnico del Ayuntamiento de Viladecans, denunciaba hace dos veranos que solo entre 2017 y 2019, las playas de la localidad habían perdido “40.000 m3 de arena”. “Nunca se había visto nada así”, se horrorizaba Lucena. Un bienio después, Mijoler comparte el análisis del técnico de su ciudad vecina: “La situación actual de la playa de El Prat y la de toda la zona del Delta del Llobregat en general es la peor de la historia”. Razón no le falta al primer alcalde pratense, hace solo medio siglo, la playa de su ciudad tenía la friolera de medio kilómetro más de anchura que ahora.
Ya no cabe duda, el cambio climático ya está aquí y ha venido para quedarse si no se aplican los correctivos necesarios. Una prueba de que no basta solo con reponer la arena que los temporales se llevan de las playas del Delta es que el Port de Barcelona ha inyectado en la costa del Baix Llobregat “dos millones de metros cúbicos de arena en los últimos 15 años”, como confirma el presidente de la autoridad portuaria, Damià Calvet. Dos millones de metros cúbicos de arena -extraídos con una draga del banco del fondo de la cala de Port Ginesta, en el Garraf- que han vuelto a su lugar de origen impulsados por las corrientes marinas. “Hacen falta medidas estructurales, no basta con los parches”, insisten los alcaldes de Gavà y El Prat.
20 años de arenales perdidos
Si no se interviene, el riesgo que se corre es enorme. “Si persisten las actuales dinámicas marinas, podría perderse toda la arena acumulada en la costa durante 20 años y las playas desaparecerían”, advirtió hace dos años Lucena. “La erosión va muy rápido, hay que actuar ya”, advirtió el técnico. No podía ir más en serio.
Por eso los municipios del Delta no deben tolerar que las administraciones públicas con recursos y competencias para atajar el problema (léase Gobierno de España y Generalitat de Cataluña) sigan de brazos cruzados y haciendo oídos sordos a las demandas del territorio. “Es inasumible”, reitera Lluís Mijoler.
La magnitud de la tragedia ha obligado a los alcaldes de la costa del Baix Llobregat a salir a palestra y a pedir medidas urgentes. Pero, sobre todo, se han conjurado para llamar la atención informativa e intentar que se ponga el foco mediático sobre la crítica situación de las playas del Delta. “Cuando se informa de daños por los temporales y de regresión del litoral solo se habla o solo salen imágenes por televisión del Delta de l’Ebre o del Baix Maresme. Tiene que empezar a hablarse también del Delta del Llobregat, porque la situación aquí es igual de grave o más”, recalca Mijoler.
La incipiente presión municipal ha empezado a dar sus primeros frutos. El secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, se ha comprometido con el alcalde de El Prat “a incluir el litoral del Delta del Llobregat entre las zonas del Estado donde se priorizarán medidas estructurales frente a la regresión de la costa”, confirma Lluís Mijoler. No cabe duda de que es un primer paso en la buena dirección, pero no servirá de nada si no cristaliza. “Hay que hablar menos y actuar más”, reclama con cierto resquemor el primer edil pratense.
Tanta desconfianza no es casual. Las playas protegidas de La Ricarda y las situadas frente al Mirador del Semàfor y la Caserna de Carabiners, en El Prat, están sin arenales a causa de unas obras en la desalinizadora. La carencia no alerta tanto a la población porque afecta a espacios naturales cerrados al baño. En el 2018, la Generalitat se comprometió a hacer una aportación extraordinaria de 240.000 m3 de arena para recuperar las playas. Cuatro años después, se sigue sin noticias de la aportación. Ojalá que no sea un mal presagio.