Todavía no hay respuesta oficial de la Generalitat de Catalunya sobre el innovador proyecto del parque (o hub) agroalimentario que los Ayuntamientos de Gavà, Viladecans y Sant Boi -con el apoyo de la Universidad Politècnica de Catalunya (UPC), el Institut d’Investigació i Tecnologia Agroalimentaria (IRTA) y Mercabarna- quieren implantar en los cultivos del Parc Agrari del Baix Llobregat, pero sus impulsores no han dejado de trabajar desde que se presentó en sociedad. Mientras la pelota sigue en el tejado del Govern -que es quien tiene la última palabra para que la iniciativa vea la luz- los técnicos y gestores vinculados a la propuesta para desarrollar la agricultura 4.0 en la fértil huerta del Delta del Llobregat están conociendo de primera mano iniciativas similares del sector agroalimentario que se están desarrollando en diferentes lugares de Europa, con la intención de empaparse de sus modelos de éxito.
El alcalde de Viladecans, Carles Ruiz, ya aseguró el pasado 16 de mayo durante la presentación del ambicioso proyecto del parque agroalimentario del Baix que “la agricultura del Delta tiene mucho futuro por delante”. Pero, para que esa prosperidad se materialice, se necesita de toda una ‘revolución’, de un cambio, que solo puede llegar desde las industrias agrícolas 4.0, esas que trabajan en la transformación de un producto de calidad y de proximidad (de kilómetro cero), desde los mismos campos de cultivos, sin necesidad de trasladar la mercancía fuera del propio parque agrícola para su manufactura, porque haría la producción más competitiva. Es algo así como una introducir en los campos una industrialización tecnológica, muy vinculada con la investigación y la ingeniería agroalimentaria. “La agricultura del Delta quiere avanzar”, es el grito unánime del sector. Y ese es el camino.
Tanto los agricultores como las empresas del territorio –que aúnan esfuerzos a través de sus cooperativas locales y del Institut Agrícola Sant Isidre y la patronal Foment del Treball- secundan la idea y tienen meridianamente claro que el hub –y su apuesta tecnológica- son el futuro. Pero la realidad se da de bruces con esos deseos, porque no puede hacerse nada en el territorio sin el consentimiento y el apoyo expreso de la Conselleria d’Acció Climàtica, Alimentació i Agenda Rural, aunque esta no ha mostrado todavía sus cartas.
O, mejor dicho, sí que lo ha hecho, pero de una forma confusa, ya que en julio aseguró que se iba a estudiar la propuesta “con buenos ojos”, pero solo unas semanas después se sacaba de la chistera una ampliación de las Zonas de Especial Atención para las Aves (ZEPA) deltaicas completamente incompatible con la modernización de la zona agrícola de los tres municipios. De ahí que el Delta espere como agua de mayo que la Generalitat mueva ficha, Y que lo haga en la dirección correcta: retirando la propuesta de ampliación de las ZEPA (como le han pedido activamente los municipios y los payeses) y haciendo propia la iniciativa del parque agroalimentario.
Y es que esa unidad, ese respaldo y ese consenso son imprescindibles para que la propuesta cuaje y progrese. Se precisa que todas las administraciones –desde las locales, a las europeas, pasando por la Generalitat de Catalunya y el Gobierno de España- se suban al carro e inviertan en el proyecto. La alcaldesa de Gavà, Gemma Badia, es explícita: urge “una alianza de cooperación y un consenso que vaya más allá del área metropolitana”.
El reto del hub agroalimentario es mayúsculo. Se trata de abrir la mente del sector agrícola y de hacer lo indecible porque “no haya nada que impida modernizar las infraestructuras o cambiar un modelo de producción y de consumo obsoleto, de hace 30 años. Sin inversión y sin innovación no puede haber valor añadido”, recalca el alcalde de Viladecans. Y sin ese aliciente, el sector agrícola del Delta del Llobregat quedaría tristemente apeado del tren del progreso. “El modelo actual está agotado, es necesario transformarlo”, sostiene también el concejal de Medio Ambiente, Sostenibilidad y Salud de Sant Boi, César Antonio Thovar
Una apuesta tan ambiciosa como la del parque del Delta requiere, evidentemente, de la inversión de los propios payeses del Delta -que están dispuestos a hacerlo- y de la administración pública. Pero también de la iniciativa privada, de grandes compañías y, por descontado, de nuevos modelos de negocio y nuevos productos (como los prometedores tomates cherry de Viladecans), de pioneros y de startups. El objetivo es que no quede “quede ni una hectárea de terreno baldío”, incide Carles Ruiz, y, a la vez lograr que la agricultura deltaica se distinga con ese plus de valor añadido que repercuta en la creación de empleo y en la dinamización económica de la comarca.
De lo poco que ha trascendido hasta ahora del proyecto del hub es que en su desarrollo tendrán prioridad los propios agricultores del Delta y entidades vinculadas al territorio, como Mercabarna, la Zona Franca, el Port de Barcelona o la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC). “Lo primero es dar la oportunidad al tejido local para que invierta”. Pero abriendo enseguida la puerta “a empresas privadas que inviertan en pruebas pilotos, en espacios competitivos, en investigación”, adelanta el alcalde de Viladecans.
Uno de los pilares más sólidos a los que el hub podrá anclarse cuando arranque su implementación es el novísimo Centre Específic de Recerca de Tecnologia Agroalimentària (CER) Agrotech, impulsado desde el campus de la UPC en Castelldefels, y que tiene como objetivo que Cataluña (y no se puede obviar que el Delta supone una tercera parte de toda la superficie hortícola catalana) se convierta en un referente europeo y mundial “en tecnologías aplicadas a un sector agroalimentario de alto valor añadido”, indican desde la UPC. El siguiente paso del Agrotech será buscar la complicidad de empresas, instituciones, centros de investigación y organizaciones de cara a impulsar un sistema agroalimentario más competitivo, más sostenible y más justo”, indican las mismas fuentes
El referente de Wageningen
Como en los cimientos del futurible parque agroalimentario de Gavà, Viladecans y Sant Boi todavía está prácticamente todo por fraguar, sus promotores siguen perfilándolo y recabando información a base de visitas técnicas para aprender de otros casos de éxito que funcionan en España y en Europa. Por ahora, el referente que más se parece a la idea sugerida desde el Baix Llobregat (y que más convence a sus impulsores por su fácil traslación al Delta) es el Food Valley de Wageningen, Holanda.
El Food Valley es un clúster de empresas internacionales de alimentos, institutos de investigación, en alianza con la Universidad y Centro de Investigación de Wageningen que se considera a si mismo “el Silicon Valley del sector agroalimentario” y que da empleo a 15.000 profesionales de más de 200 empresas vinculadas a la ciencia y la tecnología de los alimentos. El objetivo de Food Valley es “garantizar que la riqueza de conocimientos alimentarios de los Países Bajos se aproveche al máximo” y que mejore la nutrición de toda la población. Su réplica en innovación digital talentosa para el sector agrícola de Portugal se denomina HUB4AGRI.
Más cerca del Llobregat, el Centro Nacional de Tecnología y Seguridad Alimentaria (CNTA) español está desarrollando el Ebro Food Valley, que pretende transformar el sector agroalimentario de Navarra, La Rioja y Aragón para hacerlo “más competitivo, más moderno, más digital, con mayor actividad de I+D y más sostenible”. A la iniciativa ya se han sumado doce empresas que desarrollan su actividad en la cadena de valor alimentaria, entre las que destacan marcas reconocidas como Palacios, Cidacos, Helios o Florette. Este ‘valley’ ibérico, igual que el holandés o el portugués, es un buen espejo para que el Delta se mire y planifique su futuro agrícola. Y, sobre todo, un buen argumento para que el Govern despierte, escuche al territorio y salga de su enroque.