La concepción maniqueísta de la sociedad actual comporta un alto riesgo para la convivencia. Algunos políticos, de forma irresponsable, explotan este recurso para ganarse unos votos en detrimento de un ambiente que favorezca el diálogo y el consenso.
1.- Nuestras contradicciones nacen de la ausencia de un acercamiento real ante el sufrimiento propio y ajeno. Los políticos lanzan grandes discursos propagandísticos sobre la pobreza, las injusticias, las discriminaciones, los excluidos, … y por el contrario el nivel de su ostentación va en aumento con grandes sueldos (y subidas constantes), grandes mansiones, una forma de vida hipócrita. El mundo occidental capitalista ha tomado el camino del lamento y la lástima, sin proponerse una reducción de la explotación a la que sometemos a muchos países que se les obliga a una emigración casi esclavizante y a una pobreza endémica (el mundial de fútbol de Qatar es un ejemplo: miles de muertos en la construcción de los estadios con sueldos miserables, un país excluyente contra aquellos que son diferentes y un insultante escaparate de despilfarro clasista). El dinero y el beneficio se convierten en el único criterio … la persona es un instrumento a su servicio.
2.- Muchas leyes son presentadas como un logro y una victoria ante sus enemigos (todos aquellos que discrepan o tenemos una actitud crítica ante sus planteamientos). Se endulzan y maquillan para venderlos como la única opción para construir un mundo ideal y perfecto. Gran confusión es proyectar desde la ideología unos valores particulares o minoritarios por encima del “Bien común”. Dicho de otra forma, prevalece el interés electoral sobre las consecuencias que ocasionaran en las posteriores generaciones. Se legisla para instalarse en el poder al precio que sea, transformando valores permanentes e innegociables que no deberían convertirse en monedas de cambio (la familia, la educación en valores no oportunistas; una sexualidad integrada, equilibrada, con perspectiva de futuro; una defensa de la vida en todos sus ámbitos, etc.)
En este contexto aparentemente pesimista, quiero compartir con vosotros una gran y consoladora noticia, que año tras año celebramos los cristianos. La Navidad es mucho más que un reclamo publicitario para consumir sin medida, una campaña llena de lucecitas y guirnaldas… El hombre puede recuperar la verdad de aquello que perdura y subsiste y que la mentira, con sus diferentes disfraces, intenta tergiversar y destruir: el nacimiento de Jesús manifiesta lo importantes y bellos que somos para Dios, sin exclusiones ni etiquetas. Recordar su fiesta nos hace ser mejores personas.