Con esta declaración, el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hizo oficial algo que muchos ya sospechaban: el covid-19 era algo más grave que una simple gripe.
El 14 de marzo de 2020 se decretó el estado de alarma (después declarado ilegal por la justicia) y arrancó un confinamiento que duró cien días: hasta el 21 de junio. Desde entonces, se han registrado en España unos 13,7 millones de casos y los fallecidos rondan los 117.000. Si nos fijamos solo en Cataluña, la cifra de contagios ha alcanzado a 2,7 millones de ciudadanos, mientras que la de muertes es de casi 20.900.
La virulencia de la pandemia del coronavirus (que podía provocar dificultades respiratorias graves e incluso trombos en los momentos más álgidos de la infección) sumada al desconocimiento del modo de transmisión de la enfermadad y de los tratamientos necesarios para combatir el virus, llevaron al sistema sanitario público a un colapso total. Lluvia sobre mojado en una sanidad que ya había sufrido drásticos recortes anteriormente y que se veía obligada ahora a afrontar una de las peores situaciones que se han vivido en las últimas décadas.
Con el fin de descongestionar los hospitales catalanes y la sanidad pública en general, la Generalitat de Cataluña puso en marcha en septiembre de 2020 (en pleno azote de la segunda ola de la pandemia) un plan para construir cinco centros satélites anexados a algunos de los hospitales más importantes de la comunidad autónoma: el Parque Sanitario Pere Virgili (en Barcelona) el Hospital de Bellvitge (en L’Hospitalet), el Hospital Moisés Broggi (en Sant Joan Despí), el Hospital Trias i Pujol (en Badalona) y el Arnau de Vilanova (en Lleida).
La previsión era que estos edificios auxiliares, que estarían enteramente dedicados al diagnóstico e ingreso de pacientes de covid-19, se construyeran en unas 20 semanas aproximadamente y estuviesen listos para entrar en funcionamiento a principios de 2021. Para conseguir este propósito, el Govern puso sobre la mesa un presupuesto de 50 millones de euros.
La idea era construir estos anexos utilizando el modelo I Compact Covid, desarrollado por el Servei Català de la Salut (CatSalut), en colaboración con el despacho de arquitectos PMMT Arquitectura. Este sistema de construcción consiste en bloques de cuatro plantas (de casi mil metros cuadrados cada una), con capacidad para 108 camas UCI. “Estos anexos son una forma de ayudar a los hospitales a crecer en espacio para organizarse mejor y son deseados por los propios sanitarios”, explicó entonces el director del CatSalut, Adrià Comella.
Como otro eje alternativo, la Generalitat también presentó, ese mismo mes de septiembre, el Plan de Fortalecimiento de la Atención Primaria 2020-2022, que suponía una inversión de 127 millones de euros anuales en los ambulatorios. Con todo esto, la Generalitat tenía un objetivo: crear un doble circuito, uno para pacientes con coronavirus y otro para el resto de los enfermos, para evitar lo máximo posible los contagios dentro de hospitales y ambulatorios.
Módulos de apoyo
Enmarcado dentro de este plan, el Govern inició los trámites para instalar módulos de apoyo donde atender a pacientes aquejados de coronavirus en más de un centenar de Centros de Atención Primaria (CAP) de Cataluña, catorce de ellos en el Baix Llobregat. Estos nuevos edificios, de los que la mayoría entraron en funcionamiento en marzo de 2021, disponían de una superficie aproximada de 45 metros cuadrados, repartidos entre una consulta respiratoria, dos puntos de realización de pruebas PCR y un espacio de atención al paciente...
El edificio satélite del Hospital Universitario de Bellvitge (HUB), que se puso en marcha el 25 de enero de 2021 y fue el primero en arrancar de los cinco anexos previstos por la Generalitat, recibió el nombre de edificio Delta y se levantó frente a la antigua Escuela de Enfermería y cuenta con 4.500 metros cuadrados.
“Pudimos aumentar nuestra capacidad de ingreso en 64 camas convencionales y 30 de semicríticos”, señala Evelyn Shaw, subdirectora de Hospitalización y Gestión de Pacientes del Hospital de Bellvitge. “Nos permitió centralizar las urgencias de Covid-19, ya que estaba muy bien dotado con 18 camas y dos unidades de enfermos críticos, y pudimos crear dos circuitos diferenciados: uno para Covid y otro para el resto de los pacientes”, añade la subdirectora del HUB.
El espacio Delta consta de cuatro plantas. En los momentos más difíciles de la pandemia, el piso bajo y el primero estaban dedicados a la atención y seguimiento de las urgencias respiratorias y de pacientes sospechosos de padecer coronavirus. En cambio, las dos plantas superiores, estaban dedicadas por entero a la hospitalización de enfermos. Así, la capacidad total del HUB era de 809 camas convencionales y 90 de críticos. Alba Vergés, entonces consellera de Salut de la Generalitat, reconocía que suponía “una mejora en la atención a los pacientes y una mayor comodidad laboral para los sanitarios”.
Durante los meses más complicados del Covid-19, el edificio satélite del Hospital de Bellvitge se utilizó exclusivamente para concentrar a los enfermos que habían contraído el virus. “En aquel momento, si un paciente venía, por ejemplo, con una pancreatitis, pero tenía coronavirus, ingresaba en este nuevo espacio”, explica Evelyn Shaw.
Casi dos años después de la puesta en marcha de este hospital anexo, el virus SARS-CoV-2 se ha ‘gripalizado’ y los procedimientos para gestionar a los contagiados han vuelto, poco a poco, a la normalidad. “Los pacientes con coronavirus ya no presentan síntomas tan graves, por eso ya no los agrupamos, como sucedía antes, sino que les derivamos directamente a la unidad que les corresponde”, señala la subdirectora. A día de hoy, la misión del satélite ha evolucionado y se utiliza como una unidad de hospitalización convencional, como una más del centro sanitario de L’Hospitalet.
El módulo Delta he echado un cable al HUB y le ha permitido hacer frente al colapso provocado por la pandemia. Según sus promotores, sus buenos resultados se deben especialmente a que no era un centro aislado, sino que estaba en todo momento conectado con el edificio principal, tanto en personal como en servicios.
Más allá del coronavirus
Ahora que la pandemia remite y la vacunación ha ayudado a que la sintomatología del covid-19 sea cada vez más leve, desde la dirección del hospital se han puesto manos a la obra para que este anexo no caiga en el olvido. “El futuro de este satélite es ser el edificio neurológico del Hospital de Bellvitge, donde se concentrarán las especialidades de neurología y neurocirugía”, revela Shaw. El proyecto es muy importante pues el HUB es el centro de referencia para dos millones de personas.
Las obras para adaptar el edificio Delta a este nuevo propósito ya han comenzado. Entre las actuaciones previstas se incluye la instalación en la planta baja de una resonancia y un angiotac, dos de las pruebas complementarias más comunes para los pacientes neurológicos. Además, se están adaptando las habitaciones de semicríticos con aparatos de monitoreo específicos para las enfermedades de la rama de la neurología.
“La idea es que esta nueva área esté en marcha en 2023”, explica Evelyn Shaw. Para la subdirectora de Gestión de Pacientes del HUB, el proyecto llega para cubrir una gran necesidad: “Nos permitirá ser más ágiles, porque podremos concentrar a los pacientes neurológicos, y tener más capacidad de realizar pruebas diagnósticas. Es un muy buen proyecto que dará una buena respuesta a nuestra población de referencia”.