Me imponía aún más su gabinete y su ubicación en la zona alta. Tenía unas manos de pianista y un rostro inquisitivo que su cortesía suavizaba. Había llegado allí, a su consulta plena de diplomas y asistencias a congresos médicos, por descarte y en busca de alivio. El médico era un joven catedrático, cuarentón, que no atendía por mutuas y cobraba alto. Me escuchó, miró analíticas y pruebas, me preguntó sobre la dolencia y me revisó en una camilla.
Y al poco, de frente, me habló de forma inteligible y firme, descartando el tratamiento seguido y afinando su diagnóstico (alergia) con precisión. Me recetó un nuevo tratamiento y pruebas de seguimiento y tras todo ello -20 min- lo escribió todo con pluma y letra clara. Después, entre displicente y cortés, me despidió. Por suerte, todo ocurrió como había explicado, y si no la curación, el alivio se produjo.
Había recurrido como muchos a una eminencia del tema, dado que en los niveles inferiores de atención médica no habían dado con la solución. Eran los años 80 con notables deficiencias en la atención médica. Hoy sin haber desaparecido estos príncipes “médicos” (celebrados por “Doctoralia” y otros buscadores, con estrellas y comentarios), el nivel medio de la sanidad pública ha mejorado en los temas de suma gravedad (cáncer y cardiovasculares) y de emergencias. Los cuellos de botella se producen en la masificación de las consultas de primaria y especialistas. Ahí no es tan fácil el arreglo, porque los galenos resumen al máximo la escucha al paciente.
Los errores en tratamientos no son frecuentes, tal vez en crónicos y ancianos. La última epidemia de COVID ha sido una prueba extrema para todo el sistema sanitario y un auto-cuestionamiento personal para muchos profesionales que se han sentido en riesgo y mal pagados. Desde hace tiempo, hay renuncias y una gran competencia por importar médicos de otros países con estímulos materiales. Es un mal remedio.
Crece el panorama de descontento y huelgas, en consultas sanitarias públicas y de mutuas. Pero sobresalen los buenos ejemplos y recuerdos. Como un médico de primaria, que me remedió y me explicó su retirada para cuidar a su joven esposa médica, aquejada de cáncer mortal. Son seres que te recuerdan la sencilla consideración del médico y ensayista Laín Entralgo, quien escribió que ante el percance físico, los humanos tienden en su mayoría a huir del problema, pero que existen los que por contra, acuden a auxiliarte. Tanto los médicos Rolex, como los que sin lujos, nos atienden en Atención Primaria. Seguro que su carrera ha sido elegida con este impulso que es innato de la mayoría de sanitarios.