El año 2022 se cerró con un diciembre negro con 13 mujeres asesinadas a manos de sus parejas, lo que elevó la cifra de asesinatos por violencia de género durante el año pasado a 49 víctimas, una cifra espeluznante
Lejos de disminuir, la violencia contra las mujeres en todas sus formas (agresiones sexuales incluidas) sigue copando las portadas por su lamentable incremento en los primeros compases del 2023. Es una prueba que algo no se está haciendo bien. Los números cantan: el 34,7% de los asesinatos de mujeres a manos de sus exparejas en 2022 se produjeron durante la ruptura o tras ella y el 40% de las víctimas habían denunciado a sus agresores previamente.
Para hacer todo todavía más complicado, La nueva Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual (más conocida como la ‘Ley del sólo sí es sí’) ha provocado, desde su aprobación y hasta finales de enero, una reducción de penas a casi 300 agresores sexuales por una laguna en su articulado, que fue obviada por el Gobierno pese a las advertencias de la judicatura. Pero en lugar de enmendar el error (no reconocido oficialmente aún), la Ministra de Igualdad, Irene Montero, se enzarzó en una guerra contra los jueces a los que tildó de “machistas”, entre otras lindezas. El Poder Judicial respondió a Montero que sus ataques “aumentan la desprotección de las víctimas”. ¿Se debería reformar la ley del ‘solo sí es sí’? ¿Alguien debe dimitir por el desagüisado? ¿Hay alguna forma de frenar la insoportable lacra de la violencia de género? ¿Qué está fallando? El debate está servido.