El intento de suicidio de dos hermanas gemelas (una de ellas fallecida) en Sallent (Barcelona) ha provocado un serio debate sobre el aumento de suicidios de los más jóvenes.
La explicación ofrecida por algunos es demasiado simplista; echar la culpa a la pandemia sufrida y sus consecuencias posteriores no pude ser la excusa y la argumentación; hace falta una visión autocrítica, asumiendo las carencias que estos jóvenes necesitan cubrir:
Los jóvenes están atrapados en una sociedad de relaciones basadas en las comunicaciones digitales, de un consumo obsesivo y de un ocio evasivo fruto de su insatisfacción sin poder percibir lo propio de la etapa adulta: responsabilidad y compromiso.
Aparece la frustración y la decepción. No obtienen de la vida aquello que se les prometió en el ideal del “mundo feliz”. No es algo que sólo se pueda explicar desde las privaciones económicas. Grandes promesas vienen acompañadas de grandes fracasos.
Sería oportuno preguntarnos si la sociedad que estamos construyendo fortalece la salud emocional de los ciudadanos, especialmente de los más débiles (LOS JÓVENES).
Los jóvenes son las primeras víctimas de esta sociedad “hedonista” que huye y esconde todo aquello que nos hace sufrir. El sufrimiento forma parte de la historia humana, pretender construir un mundo y legislar para erradicarlo es una decisión irresponsable e inmadura. De esta forma “el infantilismo” se instala en la cultura, leyes y les relaciones interpersonales.
El deterioro y la división de las familias, la soledad que les acompaña, las carencias morales que se les transmiten desde los ámbitos sociales más próximos donde se mueven, la falta de proyecto de vida que anime su lucha de cada día… son factores que empujan a muchos a huir de la vida.
No hay una sola solución que reconstruya esta inercia trágica, en la que se suman muchos, jóvenes o no. El ser humano es mucho más que un sujeto dentro de una colectividad con leyes, comportamientos y culturas que intentan unificar (aborregar) y modelar el pensamiento de los ciudadanos.
El ser humano es un buscador de la “Verdad” inmutable y permanente; la historia de la humanidad así lo presenta. Querer unificar el pensamiento bajo el poder político o cultural comporta graves consecuencias. ¡Déjennos pensar y buscar el propio camino vital! III
“Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo
entero si arruina su vida?” (Evangelio de Marcos 8,36)