Así resumió su decreciente actividad, -en su tienda de enmarcador-, un sagaz comerciante , al mostrar con desdén a su amplia tienda-taller, que le había generado un buen nivel de vida a su familia y a siete empleados.
Pero él constataba la ausencia de clientes y la creciente presión del arrendador para que se fuera. Hoy al hablar de los Mercados de Abastos, no se les relaciona ya con mezclas de colores y olores, ni como centros de relación vecinal, con productos frescos a buen precio y en la evitación de las cadenas de supermercados (41% cuota de mercado) vencedoras de la lucha comercial.
Porque si se frecuenta cualquier mercado municipal, digamos los de Sant Boi u otra ciudad comarcana, se aprecia la gran cantidad de paradas cerradas que nos explican el desinterés por las concesiones. Pero son esos edificios de venta a granel, y con malos horarios, en los que el Gobierno despilfarra en diseños de vanguardia arquitectónica .Porque se empeña en mantener una tradición comercial no funcional, que es “ir al Mercado de Abastos”, en castiza expresión, que ya ni se usa. La prueba es que los paradistas obtienen bajas recaudaciones cada año. ¿Qué hacer con estas instalaciones tan gravosas para el erario público y de problemática amortización? Hay mercados que dedican creciente espacio a cursos y talleres gastronómicos o lo ceden para eventos.
Otros aumentan las zonas de “tapeo” y restauración y lo amenizan con jazz o espectáculos infantiles como en Bilbao; otros apuestan, como en Alicante, por el “tardeo” sabatino donde jóvenes parejas con niños, acabada la compra quedan con amigos y degustan platillos o vinos. En la Boquería (1217,) los fondos inversores, compran paradas por elevadas sumas y suman sus espacios para crear zonas de restauración pronta; con la ayuda municipal, -harta de verdulerías y pescaderías-, en un proceso de “gentrificación” para el turismo. Las paradas al aire libre desaparecidas son ya añoranzas seniles de jubilados. Las tiendas añejas se van, pero no las tiendas con descuento, las franquicias o las tiendas étnicas . En lugares céntricos de gran valor urbano permanecen los Mercados, con sus caballos de Troya, -que son los supermercados-, pero que sí mantienen la animación y el punto de encuentro social en bares donde observar las escasas ventas de las paradas.
La parada como un altar en lo alto, desde donde se orienta al cliente con cumplidos, es ya historia. El “hombre masa” quiere un trato distante y controlar el producto . También los mercados sirven para exhibición política de los candidatos en las elecciones o para mítines y kioscos de propaganda. Los robos y plagas aumentan en sus inmediaciones y sus parkings suelen ser malos. En las condiciones para licitar paradas no se contemplan las Fundaciones, ONGS y Asociaciones, ¿por qué no? Ya se han visto Iglesias convertidas en Bibliotecas en Holanda. Todo vale y valdrá para lograr que estas costosas instalaciones no sean solo para “vender aire” como decía aquel veterano comerciante. III